Capítulo 13

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Stiles golpeó la puerta de metal hasta que se destrozó los nudillos. Y cuando ya había dejado la superficie de metal ensangrentada y casi tenía las manos en carne viva, lo hizo a base de patadas.

No dejó de gritar hasta que se quedó sin voz.

Cuando al dolor de manos y pies se le sumó el de la garganta, comprendió que estaba perdiendo el tiempo. Que bien podía tirarse horas allí, sin parar de gritar y rompiéndose todos los huesos del cuerpo, que no conseguiría nada.

No le quedaba otra que ir a por ayuda.

Kate se había quedado con su móvil. No tenía manera de saber si los demás estaban al tanto de que Derek se había intercambiado por él, o incluso que era Kate quien le había secuestrado. Sí, lo más lógico sería pensar que Derek lo habló con los demás antes de hacer nada, pero tampoco sería la primera vez que actuaba sin pedir refuerzos antes.

Miró la puerta de metal una vez más, antes de emprender el camino hacia la salida.

La sensación de dejar a Derek atrás, junto a aquella asesina, era una que sabía que le perseguiría por siempre. Aun en el caso de que consiguiera ayuda para volver a por él y rescatarle a tiempo, y aun confiando en que Kate no le quería muerto, porque de ser así lo habría hecho la primera vez que tuvo ocasión; tener que alejarse del edificio fue un auténtico suplicio.

Al principio ni siquiera podía ver. Cuando recorrió el único pasillo que había tras la puerta de metal, tenía los ojos anegados por las lágrimas y necesitó colocar una mano en la pared para saber por dónde iba.

Llegó así, a trompicones, hasta una puerta enorme que abrió tras muchos esfuerzos, y de pronto quedó momentáneamente ciego. Tuvo que parpadear varias veces y cubrirse los ojos con las manos para evitar la luz directa del sol, y fue entonces cuando comprendió que al fin estaba libre. Pero justo al mismo tiempo, al alivio y la alegría se le sumó una presión en el pecho... Porque Derek NO estaba libre.

Miró atrás, al edificio abandonado del que acababa de salir, y gritó de rabia una vez más al tiempo que caía de rodillas y golpeaba la puerta de metal, sin importarle el dolor de sus manos.

No quería dejarle. No quería huir.

Pero sabía que tampoco podía volver atrás.

¿Para qué? ¿Para estar como al principio, en manos de una psicópata?

Derek había ido a buscarle, y ahora era su turno de devolverle el favor. Y la única manera de hacerlo era salir de allí y avisar a los demás antes de que fuera demasiado tarde.

Obligándose a calmarse, porque estaba empezando a hiperventilar, miró a su alrededor para ver si reconocía el lugar. Además del edificio que había sido su prisión y que era una simple nave abandonada, había varias construcciones de aspecto similar. No le sonaban de nada, pero intuía que estaba en uno de los viejos almacenes de la antigua zona industrial de Beacon Hills, y que quedaron en desuso cuando el pueblo comenzó a crecer.

Stiles gruñó de frustración. Si sus suposiciones eran ciertas, estaba al menos a unos veinte kilómetros del pueblo y de encontrar a alguien que le ayudara.

- ¿Puedo ayudarte?

Gritó de pavor ante aquella voz que había salido de la nada, y se dio media vuelta para encontrarse con un chico que no debía tener más de dieciocho años. Era pelirrojo. Su cara pálida y salpicada de pecas estaba un tanto sucia, así como la ropa. Aun así, dudaba que fuera un vagabundo, ya que le sobraban unos cuantos kilos.

- Lo siento. No quería asustarte – el chico levantó las manos en señal de paz - ¿Estás bien?

- No... – Stiles trató de calmar su respiración, sin conseguirlo - Necesito ayuda... Necesito llamar a la policía. Mi padre es el Sheriff, y también tengo que llamar a mis amigos... Ellos sabrán qué hacer. ¿Sabes dónde estamos?

My King and his QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora