Capítulo 48

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-¿Hablaremos con ella ahora?- le pregunto a Bruno con todo el temor que me he guardado.

-Es lo más indicado- me responde dándole un beso a mi muñeca- pero solo depende de ti, lo que pase.

-Mejor que sea otro día- le digo perdida en sus ojos- probablemente pensara que me sacaste de la fiesta.

-Mamas- niega con la cabeza riéndose tiernamente- son únicas.

-Lo sé- me sonríe y se acerca para besarme.-ahora sí me voy, Bruno.

-¿Cuándo nos veremos?- su rostro muestra una ligera preocupación.

-Yo creo que mañana- le aviso- pero te escribo, si puedo o no.

-Muy bien.- me dice mientras yo bajo del auto- besos, bellísima.

Sonrío y cierro la puerta.
Camino hacia casa con los pies descalzos, preguntándome si mi madre me hará un gran cuestionamiento de porque llego sola.

Abro la puerta y me doy cuenta que esta dormida en el sofá. Veo la hora. Son las 3 de la mañana. Es muy probable que haya querido esperarme.

Ahora me pongo a pensar mucho en lo que vale. Me siento en un lado del mueble y le beso la mano. Las madres tienen su forma de protegernos y aunque no siempre nos comprendan, nos aman.

Yo amo a mi Lili, amo su manera de ser y de quererme. Sé que ella daría la vida por mí, al igual que yo por ella, porque no hay nadie en este mundo que el amor de madre. El cual yo no se apreciar cuando viene a mi.

-Madre, te quiero.-una lagrima rebota en mi mejilla.

Tomo la cobija que está a su lado y la tapo, acomodo su cabeza en el mueble y apago el televisor.

Me voy hacia mi cuarto para ponerme la pijama. Me recuesto con la lámpara encendida y los auriculares. No quiero hacer ruido con la música.

Escucho a Vanessa Paradis y me desconecto del mundo por un momento.

El estómago me ruge, es que, a decir verdad, no he comido casi nada del plato de la fiesta, por más que haya estado bueno. Mi instinto me dice que vaya por helado, así que voy. Tomo un plato de helado de chocolate, me sirvo cuatro bolas, le añado chocolate, y sirope de fresa. Luego tomo unos snikers y me regreso a mi habitación.

Me saco los auriculares y veo Hannibal, una de mis series favoritas. Aún no entiendo porque al FBI le es tan difícil atrapar al Dr. Lecter.

Después de una filosofía canibalista, me adentro en lo zombie e inicio con The Walking Dead. Sin darme cuenta son las 6 de la mañana y ya está claro el día. Ahí es cuando me viene el sueño.

Me levanto como una oruga. Sin prisa. Sin prisa para ir a la escuela. He dormido seis horas. Es momento de empezar lo que queda del día.

Bajo a almorzar cambiada y con el cabello amarrado. Desde arriba huelo el delicioso aroma de trucha y fideos. Mi paladar se afila.

-¿Qué tal te fue ayer?- me dice mi madre con una sonrisa de oreja a oreja.

-Muy bien- añado suspirando lentamente- pero debo confesar algo.

-No me digas que te embriagaste...aunque tú siempre te levantas tarde cuando no hay clases- saborea la salsa de la comida con una cuchara para probar y luego la pone en el lavadero.

Antes de que hable algo más, me adelanto.

-Me encontré con Bruno- le respondo con las mejillas rosadas. A ella se le cae el plato que está lavando.

-Ya me tenía pensado eso- me dice arrugando la mirada para luego ponerse lo más normal posible- ayer te vi por la ventana llegar en un auto que no era de tus amigos. Me hice la dormida.

Dentro de ti - Into youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora