4.- Entrelazado

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ENTRELAZADO

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Ellos me enviaron lejos para encontrarles una fortuna, un cofre lleno de diamantes y oro. La casa estaba despierta, con sombras y monstruos, los pasillos hacían eco y gemían. Me senté solo en la cama hasta la mañana, llorando "Ellos vienen por mí." Traté de sostener estos secretos dentro de mí, mi mente es como una enfermedad terminal.

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Los siguientes momentos, ¿fueron días? Quizá sólo horas, Harry no podía conservar un solo pensamiento sólido en su confundida y cansada mente, mucho menos ponerse a discutir sobre la relatividad del tiempo cuando se estaba muriendo. Abría los ojos de vez en cuando, pero las imágenes eran borrosas, muchas siluetas sobre él. Sin embargo, su audición no parecía estar tan afectada por la bruma de confusión y podía captar algunas conversaciones antes de quedarse dormido de nuevo. Lo importante era que no sentía dolor, ni náuseas, ni demasiado frío. Porque algo le sostenía la mano, algo firme que inyectaba calor en su piel y este viajaba por su cuerpo.

—¿Qué sucedió en ese viaje?

De nuevo las voces.

—El príncipe Damon lo entregó a nosotros, digo... A Benjamin Winston, para que llegara hasta aquí con ustedes.

Quien fuese el interrogado, estaba muy nervioso.

—¿Por qué?

Y este sonada seguro y demandante.

—No lo sé, Alteza... Yo sólo hacía lo posible por proteger a mi lord..., hice lo que pude, aunque no fue suficiente.

Y al final sollozó. Era Ashton, nunca había escuchado a Ashton quebrarse.

—Respira. Hiciste bien, y vamos a salvarlo. ¿Tienes cualquier información que nos sirva para que el fisiólogo pueda tratarlo?

La voz demandante despertaba un recuerdo en Harry. Una fugaz imagen de ojos azules y tez bronceada.

—Sí, hablábamos mucho por la mañana. Me dijo...

Harry volvió a dormirse, y en su sueño, el calor hizo un hoyo profundo en su cuello.

—♕—

Una tibia sensación lo arrancó del mundo de los sueños. Gotas de agua se escapaban del pañuelo en su frente y encontraban una trampa en la almohada. Su visión se aclaró con dificultad, como si apartara una pesada bruma, y distinguió una habitación desconocida. Un brazo con una elegante chaqueta dorada y azul estaba a su lado, sosteniendo el pañuelo contra su frente con cuidado, y cuando lo retiró y posó la bronceada mano sobre su piel Harry quiso ladear el rostro para tener más de ese magnífico toque.

—No se mueva, no lo haga. —Le fue ordenado en un suave susurro, y Harry sintió la necesidad de obedecer a ello—. Va a lastimarse.

La luz que entraba por una de las ventanas le hacía lagrimear y sentía la garganta áspera, los labios resecos.

—¿Dónde estoy? —articuló con dificultad, y sintió un tirón en el cuello. La mano que reposaba en su frente viajó por su mejilla y luego aterrizó en su pálido brazo descubierto. Estaba usando un camisón de franelilla, notó.

—Está en la flota de Aurea, príncipe. De camino a su nuevo hogar.

Harry frunció el ceño, no sólo por lo poco acostumbrado que estaba a recibir ese apelativo honorífico, sino porque estaba hipnotizado con la cara del alfa frente a él. Juraba que nunca había visto a un alfa tan pacifico, con un semblante tan neutro y enigmático. Trató de hacer memoria sobre los libros de los registros de la realeza y los distintos apellidos, hasta que relacionó una imagen.

Príncipe. » l.s | YA EN TIENDAS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora