42-. Culpa

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CULPA

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Hay una habitación donde la luz no te encontrará. Sosteniendo las manos mientras las paredes se desploman, y cuando ocurra yo estaré justo detrás de ti. 

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En ese momento, Harry reafirmaba su creencia de que jamás sería tan feliz en otro lugar, como lo era en Aurea. Porque las celebraciones eran sinceras y las personas cálidas, los protocolos sólo eran un reflejo de auténtico respeto y no una obligación. Bailaban en la playa y no un salón, los tambores resonaban junto a las olas al romper cerca de orilla y todo el lugar estaba iluminado por la luna y las hogueras que representaban la voluntad de los dioses. Los vestidos de las mujeres de la corte fueron reemplazados por frescas y largas faldas, sencillos modelos de corsé que cubrían sus pechos y en ocasiones dejaban una fina línea del abdomen a la vista, estaban descalzas o en delgadas zapatillas. Los hombres usaban pantalones y camisas frescas que ondeaban con el viento salino. Algunos llevaban coronas de flores y capullos en la cabeza, y otros sólo tenían los restos de los pétalos enredados en el cabello.

Abundaba la comida, bebida y las risas. Se divertían desde los niños que correteaban por la playa y construían figuras en la arena, hasta los adultos que bailaban y mantenían una charla amena. Ocasionalmente alguien se detenía en el centro, donde la hoguera más grande ardía, y llamaba la atención de todos para dedicarle unas palabras al príncipe Louis por el día de su nacimiento. Al finalizar, todos le deseaban una larga y prospera vida antes de sellar las palabras con un brindis de sus copas a rebosar. No había nadie que no se encontrara contagiado de la euforia de la celebración.

—Deberías sentarte un momento—ofreció Harry cuando una de las canciones terminó, y estaba por comenzar otra. El hombre frente a él negó, y eso le hizo sonreír sin mostrar los dientes—. Lo digo en serio.

—Eso no se encuentra entre mis deseos—objetó el príncipe, terminándose una copa que le habían servido antes de comenzar a bailar esa canción con Harry. Estaba bebiendo muy rápido, y aunque Harry notó que el licor no se apoderaba rápidamente de Louis, tras un día de estar consumiendo desde la mañana, ya comenzaba a notar el arrastrar en sus palabras y la leve torpeza en sus movimientos.

—Supongo que debería dejarte ser excéntrico por ser la celebración de tu nacimiento...—cedió un poco, tomándolo del antebrazo y retrocediendo para que se alejaran del sitio donde nuevas parejas se agrupaban.

—Quiero bailar contigo toda la noche, gatito—Louis lo atrapó de la cintura, rodeándolo con el brazo que sostenía la copa. Enroscó los dedos en sus rizos y le besó repetidas veces el rostro—. Luces tan precioso esta noche, sólo quiero presumirte para que todos sean testigos de lo afortunado que soy.

—Elegí estas ropas por ti, esperaba que fueran de tu agrado.

Mientras que Louis llevaba pantalones frescos y camisa de algodón como el nácar, Harry escogió una camisa similar a la que utilizó en su primera fiesta en esa playa. Una tela de fábrica muy delgada y suave, casi transparente de los tonos rosados en los pétalos de las flores en el jardín. Los costosos anillos en los dedos de Harry y los medallones sobre el pecho de Louis los diferenciaban en estatus del resto.

Ambos habían perdido sus coronas de flores en el baile más reciente.

—Más que un deleite, eres mi perdición—aseguró, abrazándolo más fuerte, inclinándose hacia su rostro para tomar sus labios en un beso.

Príncipe. » l.s | YA EN TIENDAS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora