44-. Château

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CHÂTEAU

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Haré broches y juguetes para tu deleite hechos del canto de pájaros por la mañana y el brillo de las estrellas por la noche. Haré un palacio adecuado para ti y para mí; de días verdes en bosques y días azules en el mar.

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El fuego que iluminaba el interior del templo desde cada columna siseó cuando la brisa de la madrugada corrió por todo el espacio adyacente. Cerca del altar principal, unas brasas ardían con sus últimas fuerzas alrededor de la consumida ofrenda que se había hecho a los dioses hacía una hora, junto con oraciones y cánticos, todo con la esperanza de obtener la preciada intervención divina que evitara una tragedia en el palacio.

Los sacerdotes se encontraban preparándose para cualquier eventualidad, y los lacayos ocupaban el tiempo en sus respectivas responsabilidades de mantener el sagrario en orden. Por eso el altar principal sólo tenía un ocupante, a pesar de que cada poco tiempo alguna mirada ajena se posaba en el hombre que oraba constantemente, con sus propias plegarias y las que habían inculcado en cada niño del reino desde el inicio de su educación.

Zayn Malik se encontraba en ese altar, implorando a las deidades que le hicieron príncipe y guiaron durante toda su vida hasta el punto donde se encontraba. Se encontraba allí porque nadie encontraba la manera de hacerle entender que necesitaba estar donde el fisiólogo lo precisara. Los consejeros habían perdido las esperanzas de persuadirlo, puesto que ya un par de amenazas habían sido ladradas hacia ellos de parte del príncipe.

Un amigo podría ser un comodín acertado, pero las líneas entre aprecio y posición social se marcaban y formaban un abismo con facilidad cuando se estaba tan alterado y herido. Debía ser alguien que no temiera enfrentarse al hombre y el monarca, pero que le tuviera suficiente aprecio como para no rendirse en él.

Louis entró al templo y caminó hasta el altar tratando de apartar sus propias frustraciones, apoyó una mano conciliadora sobre el tenso hombro de su amigo. Los vitrales en lo alto de la cúpula del templo anunciaban el inminente amanecer.

—Necesitas volver a la recámara, Zayn. Alejarte no menguará el dolor, y tienes que ser fuerte. Estaré ahí contigo si me lo permites—ofreció suavemente, descartando completamente dar una orden. Sería inútil y por sobre todo veleidoso para lo que pretendía.

Zayn no abrió los ojos, ni deshizo la posición de súplica que tenían sus manos, simplemente negó tenuemente. Sus resecos labios temblaron cuando los separó tras un jadeo.

—Necesito estar aquí—respondió con la voz muy baja e incluso aguda. Louis no apartó la mano de su hombro, y se inclinó hacia él—. Tengo que rezar, debo pedir a los dioses...—hizo una pausa para tragar saliva, y cuando volvió a hablar, Louis supo que ya no se estaba dirigiendo a él; sino a ellos—. En toda su misericordia, dioses míos... Por favor, suplico... Salven a mi consorte de las brumas de la muerte. Es joven e inexperta, una fiel hija de ustedes. No puedo estar en el trono solo, no debe ser así... Porque ya no sé cómo hacerlo. Mi hija necesita a su madre, y yo no soportaría perder a mi esposa.

La mandíbula de Louis se tensó, preguntándose qué sucedía realmente por la mente de Zayn. Anhelando saber si realmente se creía sus propias palabras, o guardaba el pleno conocimiento de estar mintiéndole a los mismos dioses. Se preguntó si eso era perspicaz, si era una forma de evadir la realidad o seguir fingiendo como venía haciendo por demasiado tiempo. No establecía a qué le temía más su amigo: sufrir el dolor del lazo, la culpa sublime o las consecuencias que un deceso durante esa noche acarrearía al reino.

Príncipe. » l.s | YA EN TIENDAS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora