41-. Irascible

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[Créditos del manip en la imagen.]

IRASCIBLE

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Cortando a través de la noche, son las ruedas de un carruaje fantasma  que corre de la oscuridad mientras despiertas. ¿Alcanza a iluminar la luz?  Haz sido dejado sin saber su destino, porque fuiste atraído por las flamas.  Grita y llora hasta morir;  suplica y ruega, pero no serás escuchado. Por los dioses y sus despiadadas voluntades, serás afortunado si se están riendo.

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No fue hasta que las diligencias sobre la organización de la visita al desierto culminaron, que Gigi se planteó llamar a su guardia Hans para que aclarara aquella última frase que compartieron. Los asuntos en el palacio no se hacían esperar, mucho menos cuando la corte se hallaba tan eufórica por la noticia de un embarazo en la corona, la celebración en honor del príncipe Louis y la expectación que causaba la soltería del nuevo rey en Vitrum Maritima. Que renovara sus alianzas con Aurea era una excelente referencia de confianza y varios nobles tenían sus intenciones fijas en lograr una afinidad. Sin embargo, tales asuntos debían pasar primero por la aprobación de la corona. Como era lo correcto.

Y allí recaía todo el deber que la mantuvo alejada de las interrogantes. Adjudicó la protección del viaje a guardias competentes que ya habían escoltado antes a los príncipes en diversas ocasiones. Un carruaje fue dispuesto con el poco equipaje necesario, los suministros y la comodidad en caso que el príncipe Malik lo necesitara. Aunque bien sabía que él preferiría cruzar hasta el desierto a caballo.

—Espero que celebraras lo suficiente para compensar tu ausencia en la celebración del príncipe Louis—Gigi había musitado mientras lo veía acomodar algunas botellas envueltas en tela dentro de las bolsas de cuero. Zayn revisó los amarres que mantenían el equipaje sujeto a la silla del caballo y chasqueó la lengua.

—No lo suficiente. Ameritó mucho convencimiento alejar un poco a Louis del palacio, y pese a que teníamos bebida y entretenimiento, él sólo quería volver para estar con el consorte—el príncipe hizo una mueca que Gigi no pudo ignorar, y le hizo sentir una punzada incómoda en el cuello, sobre la marca—. Ridículo, ¿cierto? Pasó dos meses viajando con él, sin mayores deberes. Cualquier sensato pensaría que eso es suficiente para un hombre. Louis no sabe lo que es darse algo de espacio del deber.

Lo dijo sin tapujos ni un tinte suave que disfrazara su sentir. Mientras el alfa le relataba que tuvo el peso de soportar a su amigo y hermano insistirle por volver, ella sintió una agujeta directo al pecho. Porque ella no sabía lo que era la ansiedad por parte de su alfa para volver a su lado. Durante los periodos que estuvieron separados gracias a la guerra, él se veía agobiado en los campamentos y más que dispuesto a cabalgar a batalla. Cuando volvió la paz y pudieron instalarse en el palacio, si bien fue más cariñoso y atento, lo que tenía de él eran retazos de tiempo. Nada estaba por encima de su deber y agenda, ni siquiera ella.

—¿Deseas algo de parte del desierto? —interrumpió sus pensamientos. Ya estaba listo para partir. Ella se atrevió a cerrar la distancia entre ellos. Le acomodó el cuello de la chaqueta, estiró la tela de la exquisita capa sobre sus hombros.

—Un vestido tradicional, quizá—respondió, invocando una ensayada sonrisa—. Una diadema para Aurora...

—Lo recordaré.

Príncipe. » l.s | YA EN TIENDAS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora