9.- Promesa

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PROMESA

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Todos esperan por oír si me atrevo a decir tu nombre, desde el fondo de mi ser donde te hiciste un sitio. Y todos quieren saber sobre cómo se sintió escucharte gritar. Ellos saben que caminas como si fueses un dios, no pueden creer que te hice débil por mí.

Escribimos una historia en la niebla en las ventanas esa noche.

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—Entonces date la vuelta, gatito. Voy a enseñarte cómo mereces que un verdadero alfa te trate.

Harry tragó grueso mientras sentía el leve tirón en el cuello, pues Louis estaba jugueteando con el collar de plata mientras esperaba por su respuesta. El corazón le latía deprisa por la mezcla de emociones, y el olor de ambos que se fusionaba en una deliciosa pero desesperante fragancia. Con mucho esfuerzo apoyó los codos en el colchón, apartando de igual forma todo recuerdo doloroso que tenía de las experiencias en ese barco. Este hombre lo iba a desposar en unos días, tenía que confiar en él, estar dispuesto a entregarse.

Era su deber empujar los malos recuerdos de lado, poner de su parte y retribuir algo de todo lo que Louis estaba haciendo por él.

Asintió, moviéndose con cierta dificultad por el poco espacio y los pantalones que se enredaban en sus muslos. Como si le leyera la mente, Louis se enderezó y tiró de las perneras del pantalón para sacarlo. La ropa interior se fue también en ese movimiento, y Harry estaba expuesto, de espaldas al alfa, con el cuerpo sobre el estómago.

—¿Qué...qué tengo que hacer?—su voz apenas un murmullo.

Louis se lamió los labios, contemplando esa imagen frente a sí. Al aún no experimentar ningún celo, el cuerpo de Harry no se dilataba o producía lubricante con la misma facilidad que un omega maduro. Pero respondía a él, a su deseo y el calor de su cuerpo. Apoyó las rodillas en la cama, y trazó caminos imaginarios por los muslos del menor. Pálidos, con algunos diminutos lunares y en extremo suaves al tacto. Cuando lo tomó en sus brazos por primera vez, lo sintió delgado y débil; pero ahora que estaba ganando peso sus piernas estaban llenas y apetecibles. Le hacía agua la boca.

—Alcanza uno de los almohadones frente a ti, amor—ordenó, sin dejar de acariciarlo.

Harry asintió y acató la orden, tiró de uno de los almohadones y lo sostuvo en su mano.

—¿Y ahora?

—Colócalo en la parte baja del vientre, y asienta bien las rodillas a la cama—musitó Louis, observando cada movimiento de Harry mientras le obedecía y alzaba un poco la cadera para acomodar el almohadón bajo su abdomen—. Bien, muy bien, gatito. Ahora sólo relájate.

Harry apenas pudo tomar una respiración cuando los labios de Louis ya se encontraban siguiendo el camino del contorno de su columna. Pasaba alrededor de sus omóplatos, dejando estelas de cálidos besos y temblores en su piel. Y descendía, sin pausa, encendiendo su cuerpo a cada centímetro. Los muslos le goteaban, y el olor de Louis se volvía más fuerte.

La lengua de Louis delineó los hoyuelos en su espalda baja, besando cada uno hasta dejarlos húmedos y hundió los dedos en sus caderas, los pulgares siguiendo la redondez de sus glúteos. El colchón chirrió un poco, y un gemido se escapó de sus labios cuando Louis le separó un poco más las piernas usando una rodilla.

Príncipe. » l.s | YA EN TIENDAS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora