10] SIMPLE INTUICIÓN

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—¡Ay, Hinata!—Exclama Luna, levantándose de su cama y llevándose sus manos a su cabello. Resopla cuando ve a Hinata con una cara de incredulidad, como preguntadose que fue lo que a hecho.—¿Porque eres así, Hinata? ¡Por el amor de dios! ¿Por qué?

Hinata agacha la cabeza y ve sus zapatos escolares.

—Luna..., yo...

—¡No y no!—Luna empieza a caminar de aquí para allá enfrente de Hinata. Se queda quieta unos segundos y añade:—¡Es el primer chico que conozco que te dice que le gustas! ¡De frente! ¿Y tú lo mandas al carajo?

Hinata asiente sin saber que decir.

Luna niega con la cabeza, se muerde el labio y ve hacia su cama. Ahí esta su celular... junto con el de Hinata.

—¡Lo llamas en este momento!

Hinata, cuando esas palabras salieron, levanta rápidamente su cabeza. Ve su celular, pero ya es demasiado tarde.

Luna lo tiene en sus manos, y moviéndole para encontrar el número telefónico de Naruto.

—¡Aquí esta!

Hinata palideció.

—Ni que se te pase por la cabeza marcarle—le espeta Hinata—, no lo hare,  no le hablare. ¿Acaso no entiendes que no quiero tener una relación? ¡No en este momento!

Luna mueve su cabeza negativamente.

—No quieres tener una relación, aja—la castaña hace una sonrisa irónica—, ¿no quieres o no te deja tu familia?

Hinata se queda sin palabras. Ve esos ojos grises por unos segundos para segundos después ver la pared y estar jugando con sus dedos. La ha pillado. Su mejor amiga es lista, cualquier cosa pequeña, para ella, es oro.

Siempre es así.

Luna  sabía que ese rubio quería algo más que ser un tutor de Ingles, pero Hinata no se daba cuenta. No se daba cuenta que tenía a dos que tres chicos babeando por ella. No sabía que varias veces, a Luna, le han pedido su teléfono y Hinata no les ha contestado a ninguno porque según ella es peligroso hablar con desconocidos. 

No se da cuenta de lo que pasa a su alrededor por estar siempre cumpliendo las reglas de su hogar.

—Dame mi celular.

Hinata, por unos breves segundos, trató de sonar "convincente", pero no lo logró. Entonces dice:

—Por favor, Luna, dame mi maldito celular.

Luna enarca una ceja por la sorpresa de aquella determinación en la voz de Hinata. Asiente. Da dos pasos y se lo extiende. Hinata lo toma y agacha la cabeza. Luna suelta un suspiro de resignación, se sienta al lado de Hinata y la toma por los hombros para abrazarla.

—¿Qué vas hacer con él...?—Pregunta la castaña, después de varios minutos de un silencio incómodo. Se hace a un lado su largo cabello cuando Hinata está a punto de hablar.—Siempre estaré ahí para ti, nunca lo dudes...

Hinata la ve a los ojos, le sonríe y después la abraza más fuerte.

—Gracias—murmura, observando la ventana y haciendo todo lo posible para hacer lo correcto con esta situación.

...

Hinata llegó completamente empapada a su casa después de cinco minutos de salir de la casa de su mejor amiga.

Ella resopla y empieza a mover sus piernas de abajo hacia arriba para que el lodo que se ha impregnado en sus zapatos caigan a la alfombra. Lo logra en menos de cinco minutos. Arroja su mochila a la esquina y empieza a caminar a la cocina.

Pasa la sala y se sorprende cuando no ve a su Mamá en la cocina haciéndole la cena o viendo las revistas de moda que llegan semanalmente a sus manos.

Se encoje de hombros.

No le apetece compañía, y mucho menos de su Madre que siempre habla de moda, cosas sin sentido para ella y de que se comprara esta semana. Sabiendo que tiene muchas prendas iguales, pero que a ella no le importa; le importa más gastar en ropa cara y joyas.

Va hacia el refrigerador por un poco de comida. Hace una media sonrisa cuando se encuentra un poco de jamón y queso en rodajas. Mete mano y se lleva un para a la boca. Empieza a comerse todo a la vez que ve la mesa de madera y las pinturas en las paredes. Suelta un suspiro cuando está llena.

Deja la comida en el refrigerador y empieza a caminar a su cuarto para hacer la tarea que no ha hecho en esta semana, pero se detiene en el portal de la cocina cuando escucha el teléfono de casa sonar.

Hinata camina hacia la esquina, toma el teléfono color verde pastel y se lo lleva a su oreja.

—Familia Hyuga, ¿con quién desea hablar?

No escucha absolutamente nada de la otra línea. Enarca una ceja cuando el teléfono hace el molesto sonido de no señal. Frunce el ceño al ver ese aparatejo viejo y lo deposita en su lugar con las manos levantadas.

Empieza a andar de nuevo a su habitación, sube las escaleras tarareando una canción que escuchó en la radio a la vez que ve cada uno de los retratos de su familia.

Se detiene por completo y con los ojos entre cerrados los ve de nuevo, desde su Tátara Abuelo hasta su Padre.

Un escalofrió le recorre el cuerpo cuando se da cuento de que nadie sonríe.

En cada de una de esas fotos, de bodas y cenas familiares donde se reúne toda la familia Hyuga, nadie sonríe; es como si todos estuvieran amargados y sin ninguna pizca de felicidad.

Busca de inmediato la foto de sus Padres para verla de nuevo y se quedó en blanco: sus padres estaban casi igual, solo cambiaba el fruncimiento de ceño de Hana.

—Total—murmura Hinata subiendo las escaleras—, somos la Familia Hyuga. Carentes de amor, pero no de disciplina.

Llega hasta la planta de su habitación, gira y se encuentra con la sala de su hermana. Esta sola. Incluso los dibujos de Hanabi no están. Eso le sorprende y, sin dejar de ver esa sala como si no fuese la sala en donde vivió su niñez, entra a su habitación.

Se queda mirando un cuadro de su familia en la esquina de la pared y segundos después niega con la cabeza.

Mi casa esta normal, se repite a sí misma, no hay nada malo.

Se desase esa molesta coleta alta y se reburuja su largo cabello. Camina hacia el baño para darse una ducha caliente, pero se detiene cuando una gran caja blanca le llama la atención en su cama.

Da dos pasos y ve para todos lados para saber si se trata de una broma de su hermana, pero nada es sospechoso.

Se encoje de hombros.

Toma la caja entre sus manos y es muy liviana; empieza a abrirla, saca el papel blanco que envuelve algo, y en segundos abre su boca y chilla como una niña pequeña.

Es un vestido.

Pero no cualquier vestido. Es morado, en la parte de enfrente, y hasta llegar a la cintura, tiene brillitos morados y lilas; se abrocha por el cuello, tiene velo e incluso trae joyería a juego.

Arroja la caja a la cama y acaricia ese vestido como si fuese oro, se tapa la boca con una mano porque no puede creer que ese hermoso vestido este en sus manos.

Cuando puede respirar mejor, y cuando deja de chillar y de mandarle fotos a Luna y de decirle que algún día se lo prestara, lo deja en la cama.

Ve la tarjeta que se ha caído de la caja y la recoge. Le sorprende la caligrafía tan formal en tinta negra que la adorna, mueve su cabeza negativamente porque eso no es importante, lo que importa es quien se lo amadado,  y lee en vos alta:

—Te quiero lista a las 8:05 pm de esta noche. Quiero ir a comer con mi hija a un buen Restaurante que ha abierto uno de mis mayores exportadores y socios de la Empresa. Ojala que te guste el vestido, Hanabi me ayudó mucho para escogerlo. Posdata: hace tiempo que no salíamos como Padre e Hija, ¿verdad?

Hinata soltó todo el aire de sus pulmones, se deja caer a su cama y hace una sonrisa. Sabía que su intuición de que algo pasaba en su casa estaba equivocada, ¿cierto?

Simples DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora