Sus mejillas arden por el frio que estampa su rostro y por la vergüenza de abrir sus "sentimientos" enfrente de Naruto.
Ya sabe que le gusta, que la atrae a él sin siquiera hacer un esfuerzo y, sobre todo, que la vuelve loca en segundos.
Ve sobre sus hombros y le sorprende que el Auto de Naruto todavía este aparcado casi al final de su hogar y que sigue aun con las luces de las direccionales prendidas.
Niega con la cabeza.
Pasa una de sus piernas hacia el otro lado de la pared para alcanzar una rama y así poder apoyarse y saltar sin quebrarse algo.
«Vamos, vamos», se anima ella, chasqueando la lengua y alargando su pierna más abajo para saber si esa rama puede aguantar su peso.
La alcanza, la mueve solo un poco y la rama no hizo ningún ruido.
Suelta un suspiro, quita una de sus manos de la pared para limpiarse el sudor de su frente y se acomoda mejor en la rama.
Estaba a punto de brincar, sin importar que estaba a dos metros de suelo, pero el ronroneo del Auto de Naruto la detuvo.
Se puso de puntillas, para observar mejor, y efectivamente el Auto de Naruto ya iba desapareciendo en la esquina.
Y una pregunta la invade sin compasión.
«¿Acaso Naruto siente lo mismo que yo?»
Cierra los ojos con fuerza, pero los abre de inmediato cuando un chasquido resuena en sus oídos.
Cae de espaldas.
El golpe fue tan duro que gimió; pero, rápidamente y sin dudarlo, cierra la boca en una fina línea; el golpe de su espalda estampada en la tierra, y de su pierna derecha golpeada con un pico de una maceta, hace que sienta todo el cuerpo caliente y que solo vea el cielo lleno de estrellas para no moverse.
9 minutos bastaron para levantarse.
Se queda quieta en la esquina y se puso pálida cuando, muy claramente, escuchó ladrido de perros... ¡y ella no tiene perros!
Cojea hasta una mesa de cristal que está en medio de la entrada y de la pared. Se apoya en ella y respira varias veces. Vuelve a caminar. No dio ni tres pasos cuando todas las luces de la casa, literalmente, se prenden.
Da un respingo, se lleva su mano a su corazón y dirige su mirada hacia la puerta para enfrentar a sus Padres.
Pero nadie sale.
Eso es una muy buena señal para este momento.
Camina hacia la puerta trasera, cuando llega ve hacia adentro para ver si hay alguien ahí, pero todo está despejado. Abre la puerta y hace una mueca cuando un chillido se escucha. Se mete rápido y a hurtadillas va hacia las escaleras.
No tocó ningún escalón, pues la vos de su Padre, seria y enojada, la llama.
Hinata se voltea y ahí están sus Padres con dos policías y dos perros grandes.
—¿Dónde estabas, jovencita?—Pregunta su Padre, en pijama y con su pelo revuelto.
Hinata pasó saliva con dificultad.
—Yo... uhm... —juega con sus manos—... yo.
—¡Vete ahora mismo a tu habitación!—Exclamó su Madre, haciéndola dar un respingo.— ¡Y no salgas hasta yo te lo diga!
Hinata apretó sus manos a sus costados. Quería decirles tantas cosas a sus Padres por primera vez en su vida. Como, por ejemplo, ¿Por qué demonios esta la Policía en su casa? ¿No era mejor hablarle por teléfono y averiguar dónde estaba? ¡Es una adolecente! ¿Qué esperaban?
La tienen harta.
Sube las escaleras, escuchando como su Padres despiden a los Policías y piden perdón por ser tan imprudentes. Llega a su habitación, cierra de un portazo y se deja caer a la cama colocándose una almohada a su cara.
«¿Cómo se dieron cuenta de que no estaba en casa?»
Hinata suelta un gruñido, patalea la cama y arroja un par de almohadas a la esquina; culpándose de ser tan imprudente por una simple fiesta y por un simple chico que solo quiere divertirse con ella, ¿verdad?
La puerta se abre con un estruendo.
No le dieron tiempo de levantarse cuando un alarido de dolor sale de su garganta cuando las uñas largas de su Madre le aprietan su brazo sin tregua.
—¡Olvídate de ir a Roma!—Vocifera Hana en la cara de su propia Hija, como si fuese una adolecente problema cuando, claramente, no lo es—. ¡Olvídate de salir a cualquier parte sin compañía! ¡Olvídate de Luna! ¡Por dios!
Hinata, sin siquiera planearlo, se suelta de su Madre. La mira con odio y un recuerdo invade su mente.
Hana siempre la despreciaba cuando era pequeña. Siempre. Hinata quería enseñarle el dibujo que pinto con mucho esmero, pero Hana siempre la miraba como si fuese un ser insignificante y se iba de la casa por horas. Dejandola sola.
Hinata niega con la cabeza, este momento la hacen pensar cosas paranoicas.
—¿Algo más, Mamá?—Pregunta Hinata, irónica y haciendo una sonrisa de burla—. ¿Qué abandone la escuela para que me tengan todo el maldito día vigilada? ¿Qué te manda al carajo...?
Se caya rápidamente.
Hana la mira sorprendida y Hinata estaba en las mismas, sin embargo, festejaba en su mente por haberle contestado así a su Madre por primera vez en su vida.
Hana avanza peligrosamente hacia Hinata, para golpearla o algo, pero solo la mira con odio y sale de la habitación.
Hinata suelta un suspiro.
Va hacia su armario y se cambia de ropa, se coloca su pijama favorita y se recuesta en su cama. Se queda dormida en menos de cinco minutos.
...
—Una semana por haberle gritado a tu Madre—declara Hiashi, llevándose un café a la boca y cambiando de página al Periódico—. Otra semana por escaparte, otra por no pedir permiso y otra por tenernos en vela toda la noche, ¿estás de acuerdo?
Un mes.
«¡Un maldito mes castigada! Sin internet, libros y celular»
—Si—murmura ella, levantados de la mesa y pasando de largo a su Madre que bebe té.
Coloca los platos en el fregadero y corre a su habitación.
Se deja caer a su cama y suspira. Ve el reloj de su mesilla de noche y decidió ir a darse una buena ducha.
Mientras se colocaba el jabón en su cuerpo ,pudo escuchar como su celular timbraba y timbraba.
Hace la cortina del baño aun lado, toma su toalla del perchero y se seca sus manos.
Camina, descalza y con la toalla cubriéndole el cuerpo, hasta el lavabo. Desconecta su celular y ve que tiene mas de diez llamadas perdida de Naruto.
Estaba a punto de mandarle un mensaje, pero una llamada entrante la detuvo. Hinata ve el nombre y el numero, suelta un gruñido y apaga el celular.
Es Naruto.No esta preparada para hablarle, no cuando la dejo humillarse para que la besara.
Hinata se sonroja y se lleva sus manos a su rostro.
Definitivamente no esta preparada.
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Simples Decisiones
Hayran KurguLa familia Hyuga siempre es venerada en Japón, nadie los corrige y mucho menos cuestionar los porqués de dichas ordenes, ellos, en el fondo de su corazón oscuro, saben que están haciendo un buen trabajo; muchos Hyugas salen perdiendo por esas órdene...