Toqué su mejilla, su piel era cálida. Ella me atraía, y ni siquiera sabía el por qué, me fijé en sus labios, estos se fruncieron en una línea recta. Era mi momento.
Me acerqué para depositar un suave beso en su frente, sentí como su cuerpo se tensó. Suspiré su aroma y me alejé. Abrí la puerta de aquel auto y no miré atrás.
Caminé unas cuantas calles. Llamé a la esencia en mí, ella burbujeó y obedeció a su amo, una fuerza efervescente se instaló desde la planta de mis pies hasta mi cabeza. Mi mente evocó mi forma etérea, y el cambio se dio sin restricciones, alas negras desplegándose, siendo libres.
La voz de Aragón resonó en mi mente llevándose consigo todo pensamiento acerca de la mujer dejada atrás.
«La petición de Clarión ha sido otorgada».
El primero de mi especie cambiaba su forma etérea por la del hombre natural. Sonreí.
El bastardo lo había logrado; pero las siguientes palabras del guerrero taladraron mi psiquis:
«El indigno se aproxima. Sube ante el trono».
Elevé mis alas, surqué las galaxias y en un destello me encontraba en el tercer cielo.
Mi mundo se movía en tiempos diferentes. Un día allá abajo podrían ser mil años aquí. Muchas cosas podrían suceder en este lugar con tan sólo un pestañeó.
Las puertas del Trono del Altísimo estaban abiertas. El Creador le concedía una vez más la entrada, y era algo que yo no entendía. Ningún ser etéreo lo hacía.
Observé las formaciones de ángeles guerreros que se desplegaban a diestra y a siniestra. La actitud de estos seres, temible, eran poderosos en batalla. Mis ojos se enfocaron en Aragón, Ageo y Adar, ellos se encontraban al inició de las filas comandando a las huestes, dictando instrucciones en la mente de cada guerrero presente.
«Al frente, Efrom».
La voz autoritaria de Aragón envió un escalofrío por todo mi cuerpo, había pertenecido al grupo de los siete, ángeles selectos para comandar a estas tropas; pero después de mi desobediencia se me había despojado del cargo.
Mis ojos se cruzaron con los grises del guerrero, su postura estaba rígida, su mano sobre la empuñadura de su espada.
Apresuré mi marcha.
-Aquí me tienes -anuncié.
-Está por llegar. Gabriel ha pedido un grupo de doce para resguardar el lugar. Mientras él esté aquí, estarás en el lugar santísimo -mis ojos se abrieron con total y absoluto asombro.
Jamás había estado dentro de la cámara del Trono. Jamás había presenciado el esplendor del Creador. Estaba atónito.
El resonar del Shofar alertó mis sentidos, el característico sonido reconocía la preeminencia del Altísimo como rey, su poderío sobre los cielos y los mundos creados. El sonido no cesó, una advertencia de que el indeseado había vuelto. Un estruendo anunció la llegada de dos arcángeles. Gabriel y Miguel hicieron su entrada delante del pórtico del trono. Arcángeles poderosos, sus alas plateadas, refulgentes, su actitud regia. Los ojos de Miguel como el alba, el color inconcebible, un tenue rosa coloreaba el color dorado en sus iris. Inclinó su cabeza hacia mí. Respondí ante su saludo y me erguí. Me hallaba listo para enfrentar lo que sea que el indeseado hubiera traído consigo esta vez.
Una manta negra cubrió el resplandor de los cielos. Al llegar delante de las tropas, ésta se rasgo por la mitad, mostrando la figura de un ser sobrenatural. Aquél precioso lucero.
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El beso de un Ángel
ParanormaleUn encuentro inesperado marcara sus almas... Labios cálidos, imperiosos, soplando vida. Se deberán tomar las decisiones correctas. Se ha puesto un camino frente a ellos. Vida o muerte. Luz u oscuridad. Tendrán que elegir. La dec...