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Dedicado a Nuitari1407

Me encontraba desesperado, deseoso por llegar a ella, su cuerpo visiblemente golpeado estaba sobre el asfalto. Galiel tenía una expresión de estupor en su rostro, y por más que lo intentara, no podía acercarme.

La historia se estaba repitiendo. No pude llegar a Katherine, ahora no podía llegar a Isabel.

Mi cuerpo no respondió. La esencia etérea en mi burbujeó, anhelaba el cambio; pero nada ocurrió, ella se vio obstaculizada.

Los sonidos de una sirena se hicieron audibles. La ayuda venía en camino; pero no había nada que salvar. Deseaba estar a su lado, llegar a ella, o por lo menos interceder su espíritu. Froté mi rostro con mis manos, la desesperación estaba haciendo mella en mi interior.

Era un simple espectador y eso me estaba consumiendo. Observé cómo estaba siendo atendida por los paramédicos, puesta sobre una camilla. Todo pasaba frente a mí demasiado rápido.

-No puede ser posible -murmuré en voz alta. La pena y la culpa calando hondo.

-Todo es posible -esa voz penetró mi alma, la desgarró a pedazos. Sentí como mi espíritu se resquebrajo al escucharla- ¿Tanto la amas?-preguntó con interés. Cerré mis ojos con fuerza. Aun escuchaba las sirenas, el olor a sal marina inundaba mis sentidos y el aire golpeaba mi rostro. Ella no era real-. Después de tanto tiempo, pensaría que deseabas verme -su voz tierna, aquella voz que una vez tanto aprecié, me negué a responderle- ¿La amas más que a mí? -insistió de nuevo.

Una risa ladina se formó en mis labios y mis ojos se abrieron.

-Si fueses Katherine, sabrías que nunca te amé, no hubo en mí verdadero amor, no ese por el cual se hacen grandes sacrificios, jamás lo sentí por ti -su rostro se contorsionó en ira y ante mí se mostró Salomé.

Una mujer hermosa, ella despedía el olor de la seducción, un olor atrayente, exquisito al olfato, su cuerpo bien formado y agradable a la vista estaba cubierto por una túnica transparente, las curvas de su cuerpo se mostraban a la perfección; pero yo podía ver más allá, a través de esa ilusión se mostraba su verdadera cara. La parte inferior de su cuerpo era el de una serpiente, su torso estaba cubierto por finas escamas purpuras, en sus brazos podía verse parte de la peste y mortandad que había dentro de ella, llagas surcaban dichas extremidades, por uñas tenía garras que se curvaban hacia dentro de las palmas de su manos, y aunque su rostro mostraba perfección, su cabeza estaba desprovista de cabello y sobre su frente sobresalían dos cuernos.

-Efrom, Efrom, dulce guerrero, cuánto tiempo ha pasado -su voz suave me envolvía, ella suspiró- no vayas más a allá, no mires lo que hay detrás -imploró-. Después de todo, me estabas buscando -una sonrisa taimada se formó en mis labios.

-Salomé, no volveré a caer en tus redes, no te buscaba para ello -determiné. Ella rió, un sonido desagradable a mis oídos.

-Es una lástima...-cerró sus labios para posar su mirada hacia donde el cuerpo de Isabel estaba siendo atendido.

Mi cuerpo entró en tensión y la esencia en mí pujaba por salir; pero en mi mundo y bajo el dominio en el que fuimos creados todo tenía su momento, no podíamos pasar de un cuerpo a otro así porque sí, había normas, leyes que se debían cumplir, pasadas 7 horas después del primer cambio yo podía cambiar de nuevo, no podía hacerlo antes a menos que uno de más alto rango (como lo era un arcángel o el Creador mismo) lo ordenara, siendo ese el caso se podía dar el segundo cambio en un chasquido, mientras eso no sucediera estaba a merced de mi hombre natural. Ahora, aunque le ordenara una y mil veces a la esencia en mí salir, ella estaba limitada. Maldito el momento en que decidí cambiar.

El beso de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora