Gemí sin control, no podía ni quería detenerme, deseaba permanecer enterrado en ella, sobre ella... Ella era mía.
¿Mía?
La compresión de aquellas palabras traspasó el estado de éxtasis al que mis decisiones habían sometido a mi hombre natural.
Me aparté un poco.
La deseaba, eso jamás podía negarlo, no después de lo de hoy, y la deseaba de una manera que no comprendía; pero un sollozo bajo me hizo reaccionar, besé su hombro y miré su rostro. Sus ojos estaban fuertemente cerrados y su cuerpo vibraba debajo de mí. Tensé mi mandíbula.
-Isabel -llamé- ¿Isabel? -pregunté, más sin embargo ella no respondió ante mi llamado. Maldije y quité mi peso, ella se acurrucó en posición fetal y comenzó a sollozar más fuerte. Gemí con pesar, tomé su cintura y pegué su espalda a mi pecho-. Ojitos dulces, ¿qué está mal? -esperé que respondiera a mi pregunta, pero lo que le precedió fue el silencio. Suspiré, no quería perder el control con ella. Hice la pregunta que no deseaba hacer porque temía por su respuesta- ¿Te lastimé? -ella hipó y la escuché inhalar profusamente pensando que iba a responder, pero no, el maldito silencio llenó el sitio y yo estaba nervioso, y como nunca antes, asustado-. Renacuajo, por todo lo que es sagrado, responde -pedí en tono quedo.
Pasaron unos segundos y ella negó con su cabeza. Eso no era suficiente para mí, pero era mejor que nada. Acaricié y besé sus cabellos. La pregunta del millón titilaba delante de mis ojos, con una fuerte respiración pregunte- ¿Te coaccioné de alguna forma? Yo... -titubeé- Yo sé que fui insistente; pero... ¿te sentiste forzada? -ella suspiró y segundos después se dio la vuelta. Sus ojos nunca conectaron con los míos; pero noté lágrimas que escurrían por sus mejillas.
-No -señaló con sus manos- Yo... -la vi tragar saliva y llevar su mano a la boca, se levantó con rapidez y corrió al baño, inmediatamente la seguí; pero la puerta se cerró en mis narices.
¿Qué demonios pasa aquí? -pensé irritado.
Me deshice del preservativo y fui por unos pantalones cortos, en ningún momento dejé de mirar a esa maldita puerta. La esencia en mí me indicaba que ella estaba mal; pero: ¿Qué le había hecho?, ¿Qué tan dañada estaba ella?
Unos golpes en la puerta de entrada me sacaron de mis cavilaciones. Cerré mis ojos con fuerza y agarré mi cabeza.
¿Qué querían ahora?
La insistencia marcaba el acompasado sonido, estos se hicieron más fuertes. Con un gruñido de exasperación fui abrirla. Caliel y Jaén estaban frente a mí, su semblante iracundo.
-Cuando termines con ella, baja, temía que esto pasara... -dijo Caliel...
-Te dije que él no puede dejar sus manos quietas, tenía que meterse entre sus piernas -reprochó el idiota guardián.
Iba hacerle tragar sus palabras cuando la puerta del baño fue abierta, con inmediatez me di la vuelta. Isabel estaba enfundada en una de mis camisetas. Y a pesar de lo incomoda de la situación, sonreí como un idiota. Ella nos vio y un sinfín de emociones cruzó por su rostro. Y yo solo podía pensar que ella era linda.
Me di la vuelta y enfrente a la tan indeseable visita.
Miré con ira a los hombres frente a mí y cerré la puerta en sus malditas narices entrometidas. Me giré a la mujer que hacía poco tiempo estaba debajo de mí, y me acerqué a ella, vi incertidumbre en su rostro y, sus dedos se movieron con precisión.
-Eso fue incómodo -señaló.
-No te preocupes por ellos-destaqué. Toqué su rostro. Estaba frío, ella se veía pálida- ¿Estás bien? -pregunté con aprensión. Ella asintió y levantó sus manos.
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El beso de un Ángel
ParanormalUn encuentro inesperado marcara sus almas... Labios cálidos, imperiosos, soplando vida. Se deberán tomar las decisiones correctas. Se ha puesto un camino frente a ellos. Vida o muerte. Luz u oscuridad. Tendrán que elegir. La dec...