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¡Hola a todos! Sé que les dije que actualizaría mañana, pero estaré muy ocupada para poder subir el capítulo y por ello lo hago doy.

Debido a las quejas porque los capítulos han estado muy cortos, ya les había avisado que eso sucedería, también les avisé que mi vida se complicó muchísimo, por favor entiendan un poquito, así todos disfrutamos.

Ahora bien, acá está el capítulo 19... Prometo darles un poquito más de romance en los próximos. Un abrazote.

***

Todo comenzaba a complicarse. Paseé mis manos por mi cabeza. Me encontraba desesperado.

Bufé airado y cerré mis manos en puños.

Ella era una cabezota. ¿No podía entender que se encontraba en peligro? ¡Qué su vida como la había conocido estaba acabada! Ahora tenía que recluirse y tratar de pasar desapercibida hasta que diéramos con el demonio que había reclamado parte de su alma.

Necesitaba arreglar esta situación, no podía permitir que Isabel corriera con la misma suerte de Katherine.

Ella debía tener una vida. Una buena vida. Ser feliz.

Apreté mis ojos con fuerza.

Yo debía alejarme de ella. Me estaba encariñando mucho con la mortal, ella no era mía, aunque mi hombre natural no estuviera de acuerdo y luchara por cambiar eso, muy en el fondo sabía que ella no estaba dentro de mis planes.

« ¿Entonces por qué la tomaste?». Fruncí mi ceño, porque no era agradable el rumbo que tomaban mis pensamientos y gruñí con exasperación, la respuesta a esa pregunta era muy sencilla: ¡La tomé porque la había deseado! Porque una vez más salía a la luz lo maldito que estaba, era un ser despreciable, egoísta, acostumbrado demasiado a mi humanidad, dudaba que quedará algo de etéreo en mí.

«Aún las huestes angelicales se corrompen». Las palabras dichas por Caliel hacía ya bastante tiempo resonaron en mi memoria.

Reí en voz alta, una risa amaga y sin humor escapó de mí, sin duda yo me encontraba en la cúspide de lo más corrupto.

¿Dónde estaba mi honor? Por lo menos Caliel no aceptó su redención, en cambio yo, yo la tomé sin más, aún sabiendo que era la manzana podrida en las huestes.

Miré hacia arriba. Ella se encontraba en una de esas habitaciones, y aunque sabía que debía alejarme, ya estaba metido de cabeza en todo este asunto, necesitaba arreglar su vida. Eso iba a requerir ayuda de alto nivel, incluso meterme en grandes problemas, pero eso no era nada, Isabel valía correr el riesgo.

Había tomado una decisión, así que necesitaba ejecutarla lo antes posible, ella llevaba 32 horas sin comunicarse con el exterior. Su teléfono celular no dejaba de sonar, varios mensajes de su madre estaban en su bandeja de entrada, y no solo de ella, también de Kale, ese hombre no me gustaba nada. Había algo en él demasiado familiar, pero no lograba dar con ello.

Mi cabeza trabajaba rápido, ideas iban y venían, pero para realizar todo aquello necesitaba la ayuda de Isabel, su aprobación y colaboración eran indispensables.

-Desde acá puedo escuchar como trabajan los engrandes de tu cabeza -la miré y sonreí con malicia- Oh, no, lo que sea que estés pensando, no me incluyas en eso -advirtió levantando sus manos.

Llegué hasta ella. Al notarme tan cerca suspiró con pesar.

-Ayúdame -y desconocí el sonido de mi voz, parecía estarle implorando.

Levantó una ceja con soberbia y yo sonreí con timidez, me desconocía.

- ¿Por qué debería hacerlo? -preguntó con altivez.

El beso de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora