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Los músculos contraídos de mi mandíbula iban a quebrarse.

Mi ira apenas se podía controlar.

« ¿Nulka? ¿Quién demonios era?».

—N-no lo sé —escuché la torpeza en la voz de Indira.

La observé, ella me miraba como si yo hubiese perdido la cabeza.

— ¿Qué dices? —mi voz fue queda.

—Preguntaste por el nombre que Isabel pronunció —hizo hincapié en la última palabra.

Rasqué mi mentón. Tan ensimismado estaba que no me percaté de que mis pensamientos habían escapado de mis labios.

— ¿No estás asombrado? —preguntó, su interés saliendo a flote— Ella h-habló —tartamudeó—. Nos dijiste que ella se encontraba físicamente limitada, pero yo escuché el sonido de su voz.

Indira estaba afectada. Realmente afectada.

En cambio yo estaba furioso. Mi ira apenas se podía controlar. No podía concentrarme en otra cosa que no fuera ese nombre.

Inhalé con fuerza.

Le sonreí a la mujer frente a mí y me acerqué a ella para rodear con mis brazos sus hombros, y medité en sus palabras. En lo que ella me había contado. Mi frente se frunció. Mis labios se abrieron pronunciando palabras que no deberían ser dichas, sin embargo era la única manera de que ella comprendiera mi estado actual, el porqué no me alteré con la acción de Isabel.

—Te has mantenido al margen de muchas cosas desde lo ocurrido con tu familia —sus hombros se tensaron con aprehensión y el sufrimiento se desprendió de ella como un manto, abrigándome a mí también. Todos los nacidos bajo un linaje tan ancestral como del que ella era parte, sufrían, simple y llanamente. Experimentaban lo vil (a una magnitud inhumana) que rodeaba este mundo—. No me asombro —continué—, porque soy consciente de lo que es capaz de hacer lo que está dentro de ella. No me asombro, porque lucho contra esas cosas —culminé.

No era del todo sincero, porque me había asombrado, pero del nombre que había salido de sus labios: Nulka.

Me alejé un poco y paseé mis manos sobre mi rostro con fuerza. Está nueva información comenzaba a desesperarme, cada día teníamos menos, cada segundo contaba y si no hacía algo, sino lograba...

Paré el rumbo de mis pensamientos.

Ella no iba a perderse, ella no se convertiría en lo que todos temían, ella iba a luchar contra ello.

—P-pero ­ella habló ­­—dijo de nuevo, como si no lo hubiera dicho antes, como si necesitara recordarlo una y otra, y otra vez.

Suspiré con pesar. Mis ojos se enfocaron en la anciana delante de mí. Se notaba sorprendida.

—Sí —confirmé—. Y no sabemos qué otras tantas cosas le obligará hacer sino rompemos con la conexión.

Le venía dando vueltas al asunto desde hacía bastante tiempo. Isabel no tenía ni idea de la magnitud de este problema. Ella no me daba respuestas. Una pista, algo, por pequeño que fuere que me diera un indicio de dónde comenzar a buscar; en ella simplemente encontraba nada. No deseaba integrar a más gente en todo esto, pero no me quedaba más opción, sabía que me estaba metiendo en un buen lío al decidir ayudarla y para ello era necesario romper algunas reglas.

Iba a encontrarme con su madre.

Lo había decido y contaba con el respaldo de Helena.

—Efrom—pronunció Indira con pesar, reclamando mi atención—, esto no me gusta. Ella está aquí, el niño también, me da temor de que esto pueda estar vinculado con Sazael —juntó sus manos con nerviosismo—. Él juro vengarse, ellos mantienen este juego retorcido y no nos dejaran en paz...

El beso de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora