25| Luke

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Me percato de que ni siquiera puede controlar las manos cuando por el temblor Zoey tira su móvil al suelo

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Me percato de que ni siquiera puede controlar las manos cuando por el temblor Zoey tira su móvil al suelo. 

—Se está acercando —susurra, muerta de miedo. 

—Todavía no nos vio. 

Aunque la realidad es que yo también estoy muerto de miedo. 

—¡Pero nos verá! 

Su susurro se vuelve un pequeño gritito mientras permanecemos en el suelo. 

—Si no te callas, lo hará.

Intento verla con mi mejor cara de enfado para convencerla de que haga silencio y probablemente para convencerme de que no moriremos. Nos quedamos quitos en el sitio, lo suficientemente bien resguardados detrás de la segunda hilera de repisas, pero somos un blanco fácil si comienzan a revisar los pasillos. 

Quiero salir corriendo de este sitio y alejarme lo más que pueda. Y que ella venga conmigo, lamentablemente.  

Se escucha otro estruendo cuando al chic de la caja se le caen los billetes al suelo. 

—Nos van a matar —la vuelvo a oír. 

—La policía va a llegar en algún momento, solo cállate. 

Pero sé que no se cree mis palabras. 

—¡No me quiero morir contigo! —chilla entre el desconcierto, el susto y todo el caos que provoca el primer impacto. 

—¡Zoey, cállate! 

Un tercer disparo al techo. 

Y como todo un impulso del alma, abraza lo que más cerca tiene, sus brazos se aferran con tanta fuerza como la prudencia permiten a mi pecho y le respondo envolviendo su cintura, cubriéndonos a ambos de los pedazos diminutos de yeso que caen del techo.  

Los quince siguientes segundos se convierten en un martirio de caos y gritos entre los ladrones y los que ahora podemos considerarnos rehenes de un robo a mano armada, en medio de una carretera. 

Eso hasta que un ruido particular agudiza el oído de uno de los ladrones. 

El sonido de un móvil ser atendido. 

—911, emergencia ¿En qué situación se encuentra? 

—La policía. ¡Han llamado a la policía!—alerta a su compañero —¿Quién coño se atrevió a levantar el puto móvil! —vocifera —¡LOS TELEFONOS DENTRO DE LA MALDITA BOLSA!

La piel se me eriza. El pánico provoca que sienta el corazón a punto de salirme por la garganta.

—Muévete —le susurro en el oído cuando comenzamos a escuchar pasos cerca. 

—¿Qué? 

Parpadea varias veces, confusa. 

—¿Ves ese frigorífico pequeño? —apunto a la nevera rectangular de helados a pocos metros—Hay que escondernos detrás. 

Dos veces hasta prontoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora