Tenía un plan.
No iba a morir sin haberlo vivido todo.
Y el motivo era sencillo, el nuevo tratamiento de la leucemia no había funcionado después de casi tres años de nuevos intentos y esperados fracasos. Con mi madre ya lo había hablado, no más meses en el hospital con la esperanza vacía de mejorarme. Quería viajar, quería vivir hasta que los huesos me dolieran, quería cumplir los deseos que había estado aplazando por tantos años, pero el tiempo era demasiado corto para cumplirlos todos, así que me conformaría con uno.
—Es una decisión por la que estoy contento —Le aseguré, aunque ella llorara con impotencia de intentar hacer que mi opinión cambiara —No llores.
—Pero Sam, los tratamientos...uno más...
Pero ya no habían más.
—Déjame disfrutar los días que me quedan prestados, porque están por cerrarme la entrada —Insistí —Mamá, no quiero pasar lo que pueden ser mis últimos meses postrado en una cama. Necesito salir.
Ella esa vez sí lo entendió. Lo real era que ni siquiera sabía qué iba a pasar conmigo una vez el mes terminase. Así que tenía que conseguirlo, porque estaba bastante seguro que no habría segunda oportunidad. Y ella lo sabía también.
—¿Qué quieres hacer, cariño?
—El viaje a carretera hasta el Gran cañón.
¿Pero iba a conseguir cumplirlo completo?
Comprendí entonces lo peligroso que era para ella que me metiera por el camino de la incertidumbre, pero las personas que saben que morirán pronto estaban tan preocupadas por lo que venía, que se olvidaban que siguen viviendo.
Y para mí era palpable y firme el hecho de que cuando miraba el calendario no era capaz de hacer ni un solo plan para lo que venía después, porque mi subconsciente ya estaba más que seguro de que en ese momento ya no estaría con vida.
Había comprendido que llegábamos al mundo con una única certeza : algún día lo dejaríamos. Se podía estudiar a la muerte desde muchos ángulos, pero jamás eludir el pensamiento y el recordatorio constante de que estábamos con cada respiración, a un posible segundo de conocerla.
Mi abuela decía que las personas presentían cuando iban a morir.
Y yo lo presentía.
Lo había aceptado.
Y por eso aunque mucha gente odiara el paso del tiempo, para mí fue una de las razones para entender que debía sentir agradecimiento. Al final, debido a que mis minutos estaban contados, tenía la certeza de que mi muerte no tenía escapatoria alguna. Eso me había motivado a llevar a cabo las cosas que tanto había estado fantaseando desde el encierro en el hospital.
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Dos veces hasta pronto
Teen FictionZoey, Luke y Sam fueron mejores amigos en la infancia, pero en la preparatoria cada uno de ellos decidió seguir su propio camino. Ahora tres años después, todos han vuelto a reencontrarse en la misma ciudad, solo que con la noticia de que a Samuel l...