Zoey, Luke y Sam fueron mejores amigos en la infancia, pero en la preparatoria cada uno de ellos decidió seguir su propio camino.
Ahora tres años después, todos han vuelto a reencontrarse en la misma ciudad, solo que con la noticia de que a Samuel l...
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Tengo la mente confundida.
Y eso me irrita.
Dentro de la lista de las cosa que detesto, la impulsividad en este momento viene encabezando la lista.
Yo la besé.
Cerré los ojos en gran parte porque temía que me rechazara a último momento pero no fue así, llegué a sus labios y sin mover mi mano de su rostro, la besé. Mis barreras de confusión se cayeron cuando ella subió su mano a mis hombros, apenas acariciándolos con la yema de sus dedos y aceptando el beso.
No se apartó.
¿Por qué rayos no se apartó? Maldita sea. Si se hubiera apartado, esto será mas sencillo.
No lo habría arruinado yo.
La vida debería venir con manual y tener un capítulo específico que enseñe cómo dejar de pensar en algo que nos afecta. Todo sería más sencillo si pudiéramos evadir los pensamientos... o al menos aquellos que se convierten en un terremoto de sensaciones nuevas.
Pero la vida sería más fácil de esa forma. Y lamentablemente, la vida está para jodernos.
Así que, aunque no fuera posible evadir ciertos pensamientos de la mente, si podemos distraernos con otros. Y no hay mejor manera que un tour por el Harley Divison con el mayor espectáculo de motos del mundo y terminar la noche siendo los testigos falsos de una boda entre el Batman y Marilyn Monroe.
Aunque puede que Monroe fuera rubia al igual que cierta persona y Batman un engreído malhumorado como otra.
Mi mente no pudo dejar de divagar con eso todo lo que duró la ceremonia.
Inevitablemente volví a recordar el beso. Y creí, y pensé, y consideré que lo mejor era no volver a sacar el tema, pero entonces la vi poner esa expresión cuando le entregué su maleta. Esa que demuestra remordimiento total de sus acciones.
No quise escucharlo, iba a repudiarme si la frase de «fue un error, lo siento» salía de sus labios. Así que preferí aceptar esa realidad y decírselo yo. Había sido un error, pero no por ello pisotearía mi dignidad porque ya me flagelaba lo suficiente con mi subconsciente, como para escuchar esa confirmación que solo haría que las cosas se volvieran a arruinar.
Decidí intervenir antes y zanjar el asunto con la expectativa de reestablecer la amistad.
Y eso era lo que encabezaba la lista de cosas que detesto: El no saber afrontar una realidad.
Yo nunca sé qué hacer o cómo hacer frente a lo que me suceden y egoístamente esperaba que Zoey entendiera eso y dejara que yo la ignorara completamente hasta que la respuesta a mi vida llegara mágicamente.
Ahora, cuatro horas después de haberla cagado habiéndole dicho que olvidáramos eso que provocó que mis sentimientos sepultados de niño, volvieran de la muerte convertidos en zombies hambrientos de incertidumbre, salgo de la ducha y maldigo por lo bajo al ver que Sam todavía no ha vuelto con la cena.