Zoey, Luke y Sam fueron mejores amigos en la infancia, pero en la preparatoria cada uno de ellos decidió seguir su propio camino.
Ahora tres años después, todos han vuelto a reencontrarse en la misma ciudad, solo que con la noticia de que a Samuel l...
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No lo ha hecho por ti.
No lo ha hecho por ti.
Ha sido tonto pensar al menos un segundo que todo lo que había hecho había sido por mí.
Estúpida.
Se me forma un nudo en la garganta que me niego a mostrar, intentando huir de la situación, me doy la vuelta y me excuso otra vez con ir a por las bebidas. Me digo a mí misma que es mejor correr lo más lejos posible, no quiero que se dé cuenta que si hubiera estado a punto de besarme, yo hubiera aceptado el beso.
Me aparto y camino hacia donde mis pies mandan sin rumbo definido. Me replanteo si es buena idea buscar a Sophie y a Sam pero ellos deben estas entretenidos en su compañía y no quiero estorbar su cita.
Tampoco es que tenga una lista de entera de planes B, C y D. Hay demasiada gente, demasiado ruido y quiero volver a un lugar seguro, las llaves de la furgoneta tintinean en mi bolsillo y camino hacia ella con un nudo en el estómago.
Que ilusa eres, mira que creer que Santa Mónica era solo por ti...
No sé si el viene detrás de mi o se ha quedado con Cassie en el concierto. Lo que sí sé es que no quiero mirar sobre el hombro para saber la respuesta.
Cuando llego a Duquesa, el tanque de gasolina está un cuarto por encima de la mitad. Es suficiente para un viaje al gran cañón y regresar, pero eso no quita que introduzca la llave e intente poner el motor en marcha en busca de la gasolinera más alejada de Santa Mónica.
Introduzco la llave y espero escuchar el ruido del motor.
No arranca.
Intento por segunda vez.
Maldita sea.
¿Hasta aquí has llegado Duquesa? ¿Justo ahora?
Mi teléfono marca que pasan siete minutos en lo que intento una y otra vez arrancar la furgoneta. Tengo dos llamadas perdidas y cinco mensajes de Luke, me pregunto si se estará quejando de que no volví con las bebidas o fardándose que esta noche no dormirá en la camioneta.
Que ilusa eres.
La puerta del coche se abre dos minutos después, cuando ya me rendí en mis intento de hacer que encienda.
Mi mirada se tropieza con la suya cuando me doy la vuelta.
Está agitado y con los ojos alerta, el pecho le sube y baja con adrenalina, no veo a una castaña parlanchina detrás de él. Gira su cabeza para recorrer con la mirada la furgoneta, cuando me ve y su mirada se ablanda y respira.
—Carajos...—farfulla —¿Te das cuenta la cantidad de gente que había afuera? ¿Por qué te has ido así? ¿Eres tonta? Zoey...
Tiene que ser una broma ¿Cómo puede simular que ahora sí se preocupa por mí? Las venas me rabian por dentro.