Capítulo 16

170 2 0
                                    

16

—Alguien que es capaz de dibujar así debe tener una gran sensibilidad —opinó Lourdes, con los bocetos aún en las manos, unos minutos después de que Justin se hubiera ido.

__________ asintió con descuido. La fugaz visita de Justin la había dejado pensativa. Se preguntaba por qué se había tomado la molestia de reducir algunos dibujos para enseñárselos, y, sin embargo, le había incomodado su petición de ver los originales. Tenía la sensación de que había aceptado debido únicamente a la presión de Lourdes. Y esas dos actitudes tan dispares, en una misma tarde, no le encajaban.

—No entiendo que con su talento abandonara este trabajo —siguió diciendo Lourdes—. Y lo hizo para... ¿para trabajar en el monte, dijiste?

__________ volvió a confirmar en silencio. Se encogió al sentir un temblor. Había comenzado a llover, y contemplando las gotas que se estrellaban contra el cristal del escaparate fue rememorando la tarde que lo cambió todo.

Quiere retenerlo. Se abraza bajo las sábanas a su piel desnuda y le advierte, riendo, que no se esfuerce porque no le va a dejar marchar.

—Es importante, tengo prisa y aún tengo que pasar por casa —susurra él sin dejar de acariciarla—. No puedo dejar de ir por más que desee quedarme aquí, contigo. Pero en dos horas estaré de regreso.

Agotadas las bromas y las súplicas, ella despliega todas sus armas de mujer para retenerlo. Suele resultarle fácil excitarlo. Normalmente le basta con una mirada, una sonrisa, un susurro.

—Una hora —promete él con voz enronquecida—. Espérame tan solo una hora y continuaremos donde lo estamos dejando. —Le desliza los dedos entre los muslos y sonríe excitado—. Justo donde lo estamos dejando.

Pero no es el tiempo de espera lo que a ella le preocupa, sino el lugar al que se dirige. Se ha percatado de sus movimientos en los últimos días, de sus visitas a locales poco recomendables. Y ha escuchado su última conversación telefónica. Sabe que se encontrará con Carmona para hacerle entrega de una mercancía. Sus esperanzas de haber estado vigilando al hombre equivocado se han desvanecido como humo entre niebla.

Aferrada a la almohada y conteniendo las lágrimas, le contempla ponerse la camisa y abrocharse los vaqueros con dedos raudos. En el último instante le puede la angustia. Se levanta y vuelve a abrazarle, a decirle que le ama, a suplicarle que no la deje sola.

Él la besa en la boca con apasionada codicia mientras desliza las manos hasta su trasero desnudo.

—Te amo —le susurra sin apartarse—. Eres toda mi vida y lo sabes. Pero hay algo que desconoces. —Ella contiene el aliento—. No sabes que mi vida fue miserable hasta que te conocí. Que tengo más recuerdos hermosos de estos meses a tu lado que de todo el resto de mi vida sin ti. Es la parte dolorosa de la que nunca hablo porque me juré que enterraría.

__________ deja escapar el aire, incapaz de discernir si lo que siente es alivio o decepción.

—No te creo. —Refugia el rostro en su pecho—. He visto cómo vives.

—No hace mucho que conseguí dinero suficiente para salir de la miseria en la que crecí. Y tampoco había conocido el amor de verdad hasta que tú llegaste. —La abraza con fuerza, le acaricia con los labios la delicada piel del cuello y le susurra junto al oído—: Te lo contaré todo cuando vuelva. Entonces comprenderás que no tengo vida sin ti; que si por alguna razón llegara a perderte tan solo querría morirme.

Pero esa explicación nunca llega. Unos minutos después, tras más besos y palabras apasionadas, él se aleja de su lado para no regresar.

Antes y Después de odiarte... (Justin Bieber)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora