REGALO Capítulo 23

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—¡No puedo! ¡Dios, no puedo pararla!

Sus gritos de auxilio le desgarran la garganta.

La sangre surge a borbotones por entre sus dedos. Mana caliente mientras el cuerpo agujereado se va quedando frío. Sus manos no abarcan a tapar el hueco. La viscosidad roja continúa escapando y robándose la vida.

—¡Nooo! —brama de nuevo Justin.

Y esta vez abre los ojos de golpe y los clava en las sombras oscilantes del techo.

Jadeó angustiado. De nuevo, despertar de esa pesadilla no le provocó ningún alivio. Nada le desgarraba tanto como recordar con plena conciencia.

Miró a su izquierda. __________ continuaba profundamente dormida. Eso significaba que tampoco esta vez había gritado en voz alta.

Las sábanas entre las que unas horas antes la había amado, sellando su reconciliación, ahora se le pegaban al cuerpo y le estorbaban.

Se levantó, con cuidado de no despertarla, y se acercó a la ventana. La luz de las farolas se filtraba por entre las cortinas iluminando a jirones su brillante piel desnuda. Apartó el visillo, posó su abrasada frente en la agradable frialdad del cristal y volvió a cerrar los ojos. Su pensamiento retrocedió hasta aquella tarde, hasta el instante en el que detuvo el coche en el polígono industrial, en la calle que discurría entre la pequeña ladera de tierra y las naves más antiguas y apartadas.

—Yo llevare la bolsa —dice Manu mientras miran hacia los dos coches que aguardan a escasos cien metros.

—¡Deja de fastidiar! —Le increpa sin sospechar que ya no tendrá ocasión de disculparse—. ¡Yo soy el mayor, yo llevo la bolsa, yo hablo y tú no te mueves de mi lado y no dices ni media palabra!

Manu resopla mostrando contrariedad, pero no protesta. Sale del coche y espera pacientemente a que su hermano coja la bolsa de deporte del maletero.

—¡¿Qué haces?! —vuelve a gritarle Justin cuando llega a su lado y le ve con las manos bajo la cazadora vaquera—. ¿Quieres que nos maten? Mantenías alejadas del cuerpo o pensarán que vas a sacar un arma y nos freirán a tiros.

Otra vez obedece de forma instantánea y silenciosa, con la inquietud pintada en su joven rostro.

Caminan a la par, con la vista al frente y el corazón en constante estado de alarma. Sopla un aire fuerte, extrañamente helador para estar a primeros de septiembre, piensa Justin. Y cada vez que una fría ráfaga le azota el rostro su preocupación se va ahuecando como el tejido de una vela desplegada al viento.

Llevan recorrida la mitad del camino cuando ven salir a los hombres, que se colocan flanqueando a Carmona. Tras la intimidante hilera de matones quedan los vehículos, con los conductores preparados y los motores encendidos.

Justin se sobrecoge ante el despliegue. Le sudan las manos y las comprime con fuerza sobre el asa de la bolsa.

—Tranquilo —dice mirando de reojo a su hermano.

Consigue mostrar aplomo cuando se detiene frente a ellos. A pesar de la angustia tiene confianza en que todo va a salir bien. Aunque se hubiera sentido mejor haciendo eso en solitario y con Manu aguardando en casa, a salvo. Pero que él esté presente es una condición que por más que lo ha intentado no le han permitido discutir.

El de la cicatriz se adelanta para cogerle la bolsa. La abre, inspecciona el interior y se lo muestra a Carmona.

La tensión crece. El narcotraficante les mira en silencio durante unos segundos.

Antes y Después de odiarte... (Justin Bieber)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora