Capítulo 17

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Fue Justin el primero en llegar. Aparcó su Renault frente a la casa metiendo un par de ruedas en la cuneta. Encendió un cigarro con el que aliviar la espera y bajó un tercio de la ventanilla para dar salida al humo. Se apoyó en el respaldo y movió el espejo retrovisor para avistarla apenas llegara.

Consumía ya el tercer pitillo cuando reconoció el Fiat verde que __________ tenía cuatro años atrás. Apretó los dientes al sentir un vuelco en el interior del pecho y subió el cristal.

Salió poniéndose la cazadora, con la colilla suspendida entre los labios y entrecerrando los ojos para divisarla a través de la hilera de humo ascendente. La vio detener el coche tras el suyo, buscar algo en el asiento del copiloto, abrir la portezuela y sacar ligeramente la cabeza.

—¡El aire es helador! —exclamó a la vez que trataba de ponerse el abrigo sin levantarse.

Justin no respondió. Alzó el cuello de la cazadora para protegerse del viento frío mientras contemplaba la lucha que ella mantenía con su prenda.

La había amado. La había amado con adoración, la había amado con estúpida ceguera. Había estado dispuesto a dar hasta la última gota de su sangre por ella. Por ella, que seguía siendo igual de hermosa, de dulce, de delicadamente femenina. Igual de engañosa.

Abandonó esos pensamientos cuando la tuvo enfrente, con la bufanda cubriéndole la boca y el bolso colgado del hombro.

—Cuando quieras —dijo de forma escueta. Quería dejar claro que no pensaba iniciar ninguna conversación y que todo su interés se limitaba a su trabajo en el interior de la casa.

La expresión dichosa de __________ se oscureció. Cruzó la carretera y abrió la verja de acceso al jardín. Le entristecía encontrar a Justin casi siempre a la defensiva, con ese escudo de impertinencia con el que insistía en protegerse.

Subieron directamente al ático, acompañados por el sonido de sus pasos en los peldaños del veteado mármol ocre. Ella se paró junto a la puerta de la habitación que buscaban y se hizo a un lado; Justin la sobrepasó evitando rozarla. Recorrió la estancia examinando la inclinación del techo, el claro suelo de madera, el ventanal que ocupaba toda la pared frontal.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó __________, tras él.

—No —respondió sin volverse—. Solo preciso de un poco de silencio.

Ella caminó con exagerado sigilo hasta la ventana. Desde esa altura se divisaba toda la playa, desierta por lo desapacible del tiempo. El cielo se veía gris y pesado y el viento soplaba con ímpetu alzando olas virulentas. Un pequeño grupo de arriesgados surfistas cabalgaban, con sus endebles tablas, sobre un mar encrespado y furioso, desafiando a la naturaleza.

Trató de centrarse en lo que veía queriendo ignorar que Justin estaba a su espalda, pero no pudo. Su presencia la afectaba de tal manera que a ratos creía sentir su aliento en la nuca con una calidez tan real que le erizaba la piel.

Cuando se volvió lo encontró inmóvil, con los ojos cerrados, inspirando con suavidad y absorbiendo sensaciones que después convertiría en dibujos. El amor le estalló a __________ en el corazón al contemplar su expresión serena, sin rastro de tensión. Solo su corto cabello le diferenciaba del hombre dulce y apasionado que una vez la enamoró. Se imaginó deslizando las yemas de sus dedos por los carnosos labios que tantas veces la habían besado, acariciándole la mejilla, los relajados párpados que ocultaban a sus ojos azules.

Hasta que de pronto retuvo el aliento. Retrocedió unos pasos y deseó haber sido más prudente.

Justin la miraba sorprendido. Había abierto los ojos y se había encontrado con una mirada que no terminaba de entender. Hubo un tiempo en que interpretar los mensajes silenciosos de una mujer le resultó sencillo. Pero, tras el aislamiento con el mundo, había perdido esa facultad. Solo así podía explicarse lo irracional de lo que había creído distinguir.

Antes y Después de odiarte... (Justin Bieber)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora