22
Decenas de desiguales bolas de papel arrebujado estaban por el suelo. Como emergiendo de entre ellas destacaban los pies descalzos de Justin. Con el cuerpo desnudo, igual que cuando la miraba dormir y la pintaba en su cuaderno, trazaba suaves líneas sobre una nueva lámina. Solo una tenue luz, procedente de la pequeña lámpara del escritorio, rompía las sombras de la noche derramándose sobre sus nudillos lastimados y los rasgos de __________ que iba descubriendo el carboncillo: el delicado arco de sus cejas, sus ligeras pestañas, sus seductores labios entreabiertos...
... hasta que cogió la hoja entre las manos y la arrugó con rabia, arrojándola después contra las que cubrían el entramado de madera.
Llevaba tres días de tormento y tres noches de infierno. El cansancio no le dejaba dormir, sus pensamientos no le dejaban dormir, comprender que ya no sabía vivir sin ella no le dejaba dormir.
Se echó sobre el respaldo, la silla crujió y por un momento temió despertar a Rodrigo. Apagó la luz, regresó a tenderse sobre las sábanas revueltas y cerró los ojos.
¿Por qué se desesperaba? La tenía donde quería; desde hacía tiempo una simple llamada de teléfono le separaba de la satisfacción final, y toda su angustia se centraba en que la había perdido. En que la había perdido a pesar de no haberla tenido nunca.
¿Dónde estaba quedando su odio, su afán de revancha?... En el olvido. Por mucho que se obstinara en continuar con sus planes, era consciente de que los estaba sumiendo en el olvido. Y si perdía lo que durante años fue su razón de ser y de existir, ¿qué le quedaría? Si perdía eso y además no la tenía a ella, vivir o morir iba a ser algo que no volvería a importarle.
Tenía que centrarse si no quería volverse loco; tenía que recordar qué quería y por qué, y hacerlo de una vez por todas. Y para eso debía pensar en ella como en la zorra que le jodió la vida y no como en la mujer con la que se moría por estar.
Tenía que hacerlo.
Sin embargo, se levantó de nuevo, se acercó al escritorio y encendió la luz. Cogió entre los dedos el carboncillo y comenzó a trazar el arco perfecto de una ceja. Llevaba a esa mujer tan encajada en el pensamiento que podía dibujarla sin necesidad de verla. Era respirar lo que le costaba hacer cuando no la tenía al lado.
—¿Qué ocurre? —preguntó Rodrigo asomando el torso desnudo tras la puerta.
Justin soltó el carboncillo y dirigió hacia él los ojos, cansados y enrojecidos.
—He tratado de no hacer ruido. Siento haberte despertado.
Rodrigo no necesitó comprobar qué contenían los folios desperdigados por el suelo; sabía bien lo que su amigo, en los últimos días, dibujaba y destrozaba sin descanso.
—Llevas noches sin salir y andas de un lado a otro como un alma en pena —comentó apoyando el peso de su cuerpo en el quicio de la puerta—. ¿Qué está pasando?
—Nada importante. —Hincó los codos en la mesa y se frotó los párpados.
—Esto se te está yendo de las manos —dijo con preocupación—. Lo sabes, ¿verdad?
—Es cansancio —aseguró volviéndose hacia el rostro inacabado de __________—. Solo cansancio. Llevo algunas noches durmiendo mal.
Como si esa explicación lo hubiera dejado todo resuelto, recuperó el lápiz y comenzó a trazar las líneas del suave y delicado cuello. Rodrigo le observó durante un rato, pensativo. Iba a continuar con las preguntas cuando le vio arrugar el dibujo con arrebato, arrojarlo al suelo y comenzar con un nuevo folio. Entonces suspiró con impotencia y desapareció en la oscuridad del pasillo llevándose con él su preocupación.
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Antes y Después de odiarte... (Justin Bieber)
RomanceUna historia de misterios, amor y dolor que os irá enamorando poco a poco...