24
Había estado todo el día librando de maleza el terreno de una finca particular. Había formado parte de un pequeño grupo de cuatro hombres y se había alegrado de que Rodrigo no estuviera entre ellos. Le habría costado conversar con él sin contarle lo que estaba a punto de hacer. No quería adelantarle nada hasta que todo estuviera hecho.
Comenzaba a oscurecer cuando estacionaba junto a la acera, a pocos metros del piso. Tras la última maniobra miró el reloj calculando el tiempo del que disponía para ducharse y salir de nuevo.
—Estás muy silencioso hoy —dijo Rodrigo soltándose el cinturón de seguridad—. No es que seas el tío más hablador del mundo, pero cuando algo te preocupa te conviertes en una tumba.
—Todo está bien —respondió a la vez que apagaba el motor y sacaba la llave.
—¿Estás seguro? —insistió tratando de verle los ojos.
Justin se volvió hacia él con una abierta y clara sonrisa que no dejó lugar a dudas.
—Estoy seguro. Todo está bien y a partir de esta noche será perfecto.
Rodrigo rio sacudiendo la cabeza. Le iba a preguntar cuál era el misterio que se traía entre manos, cuando su mirada tropezó con Bego, que estaba junto al portal. Se quedó sin aire y el corazón se le aceleró. La observó sin decir nada hasta que el propio Justin la vio y salió del coche. Él le imitó con apresuramiento.
Caminaron juntos hacia ella, que solo tenía ojos para Justin. Si hubiera mirado a ambos hubiera visto que las pupilas de uno brillaban, y las del otro, no; que a uno el corazón le golpeaba el pecho haciéndole temblar, y al otro no; que uno la contempló embobado cuando la tuvo enfrente, y el otro no.
—Te esperaba —dijo ella con voz vibrante, dirigiéndose a Justin—. Tengo algo importante que decirte.
La notó tensa como seda en un bastidor. Comprendió que le pasara después del modo en el que la había desatendido. Le iba a costar hallar las palabras con las que conseguir su perdón, aunque ella era un ser tan especial que presentía que le absolvería de todas formas.
—Me alegra verte —reveló con sinceridad.
Bego intentó sonreír, pero la rigidez de sus músculos no se lo permitió.
—Voy subiendo —dijo Rodrigo, incómodo y aturdido. Abrió el portal y, en lo que duró el último y breve segundo, la mirada afligida de ella se cruzó con la suya.
—Vamos y me lo cuentas arriba —propuso Justin—. No dispongo de mucho tiempo, pero podemos...
Ella introdujo las manos en los bolsillos, inquieta.
—No. Prefiero decírtelo aquí mismo —musitó, y cogió una gran cantidad de aire para confesar—: Lo he hecho por ti, porque te quiero.
La vio tragar, nerviosa, y le apartó el cabello del rostro sonriéndole con ternura.
—Has hecho muchas cosas por mí. No las olvidaré nunca.
—No lo has entendido —repitió temblando—. Sabía que tú no podrías hacerlo.
—¿De qué hablas? —murmuró negándose a aceptar lo que acababa de cruzar por su mente.
—Esa llamada. —De nuevo trató de sonreír—. Lo he hecho por ti.
La sangre se le congeló a Justin en las venas y el corazón comenzó a martillearle en las sienes. Durante un instante volvió a ver a __________ como la había contemplado por la mañana: sonriendo desde el arrebujo de sábanas mientras él se vestía. Había contenido la emoción al silenciarle los labios, pues lo que deseaba hablar con ella no podía decirse con prisa: era largo, dulce y delicado, que precisaba de un tiempo que entonces no tenía. Todo lo demás había dejado de parecerle importante: la traición, los años de presidio, su odio enfermizo. Porque al perderla había comprendido que nada le aterraba tanto como vivir sin ella. Y al recuperarla y amarla esa noche, envuelto en sus «te amo», se había arrepentido de haberla acallado todas las otras veces. No, no podía ser. No podía estar ocurriendo ahora, cuando iba a pedirle que hablaran del pasado durante horas, durante toda la noche, durante toda la vida si ella quería hacerlo, pero que supiera que aun sin sus explicaciones deseaba pasar a su lado el resto de esa vida.
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Antes y Después de odiarte... (Justin Bieber)
RomanceUna historia de misterios, amor y dolor que os irá enamorando poco a poco...