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El mismo recuerdo que por la mañana había estado a punto de costarle la vida a Justin, por la tarde acompañó a __________ en el recorrido a casa. Esta vez caminó directa hasta el Museo Guggenheim y cruzó la ría por la pasarela de madera de Pedro Arrupe, frente a la Universidad de los Jesuítas.
Se paró en el centro, sobre las frías aguas del Nervión, y miró a lo lejos, hacia las luces verduzcas que iluminaban el puente levadizo de Deusto. Lo había contemplado muchas veces desde allí, acurrucada en los brazos protectores de Justin. A él le gustaba acompañarla por ese trayecto y recrear en cada esquina su poca prisa por llegar a Botica Vieja y despedirse de ella.
Bajó los párpados al recibir un remolino de viento frío y los mantuvo así durante largo rato. Hacía mucho que no se detenía a rememorar aquella primera noche.
Había sido hermosa, apasionada, incomparable. Al fin había encontrado valor para dejarse llevar por sus sentimientos; para cumplir su anhelo prohibido de enloquecer entre sus brazos, dormir entre sus brazos, despertar entre sus brazos. Despertar y ver sus ojos, azules y emocionados, contemplándola en silencio, fue uno de los momentos más maravillosos que había vivido hasta entonces.
—Dime que esto no es un sueño —le pide emocionada.
—No es un sueño —le responde con aire somnoliento—. El amor hace que la realidad sea mejor que cualquier sueño.
Y en ese instante quiere creer que eso es cierto. Piensa que el amor hará desaparecer todas sus mentiras para no tener que con fiarlas nunca, para no correr el riesgo de perder al que ya es, para siempre, dueño de su corazón.
Pero las mentiras nunca desaparecen. Se agrandan, se agigantan y destruyen todo lo hermoso que encuentran a su paso.
Esa primera mañana vuelve a ver a Manu. Lo encuentra en la cocina tomando leche con cacao en la que remoja galletas. Le parece apenas un niño. Un niño tan semejante a Justin que es como retroceder en el tiempo para conocerlo con sus preciosos y puros dieciocho años. Al verla, Manu se levanta, raudo y servicial, a prepararle el desayuno.
—¡Así que eres la novia de mi hermano! —le dice con una expresión radiante—. Me gusta esto de tener una chica en casa; una hermana —aclara colocando ante ella el café negro que le ha pedido—. Nunca ha vivido una mujer con nosotros.
—Descartando a vuestra madre, ¡por supuesto! —Sonríe al pronunciar la obviedad.
—Justin conoció a ama. Yo no —cuenta él sin ninguna emoción.
__________ detiene el movimiento de la cucharilla en el interior de la taza. Justin no le ha relatado penas. Ninguna pena. Nada que denote que en su vida haya habido sombra alguna.
—Él no me ha contado...
—Y no lo hará —interrumpe Manu—. No le gusta hablar de lo que pasó. No le preguntes —aconseja en tono amigable y confidencial—. Aunque yo sí que lo hago, y si le insisto mucho me cuenta cosas. —Sus ojos brillan misteriosos mientras muerde una nueva galleta—. ¿Tú tienes una familia grande?
—La verdad es que no —dice, confusa aún por lo que acaba de descubrir—. Vivo sola. Tengo unos tíos y algunos primos a los que veo en Navidad y poco más.
—¡Perfecto! —exclama como el niño que todavía es—. Bueno... —Cabecea incómodo—. No me alegra que estés sola, es que... podrías venirte a vivir con nosotros. Estaría bien tener una hermana.
—Es... es un poco precipitado. Yo...
—No me la asustes.
Los dos se vuelven al escuchar la voz de Justin. Llega recién duchado, con el cabello húmedo, unos gastados vaqueros y los pies descalzos.
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Antes y Después de odiarte... (Justin Bieber)
RomantizmUna historia de misterios, amor y dolor que os irá enamorando poco a poco...