11
Justin aceleró la marcha de modo inconsciente. Bego alargó el brazo para alcanzar el borde de su cazadora y tiró hacia sí. Él se detuvo riendo por su torpeza de cometer una y otra vez el mismo error y aguardó a que ella avanzara los pasos que le había sacado de ventaja. La estrechó por la cintura y la pegó a su costado.
—¿Te he dicho alguna vez que eres mi cielo? —le preguntó al tiempo que se amoldaba a su caminar tranquilo.
—¿Soy tu cielo porque te estoy enseñando a pasear en la tierra? —preguntó ella a su vez, riendo emocionada por la demostración de cariño.
—Algo así. —La besó en la frente con mimo—. Algo así.
Continuaron en dirección al piso de Bego, en la plaza Zabálburu. Esa tarde Justin había tenido un interés especial en que se vieran. Había algo que necesitaba contarle, algo que no podía arriesgarse a revelar por teléfono.
Alumbrado por la luz amarillenta de una farola, Justin echó un rápido vistazo a su reloj de muñeca, inquieto porque el tiempo avanzaba y aún no había comentado nada.
—¿Ya es la hora? —preguntó Bego.
—Diez minutos. Ni uno más, si quiero firmar a tiempo de evitarme dificultades.
Bego ajustó la alarma de su propio reloj, para asegurarse de que eso no ocurriera, y volvió a pegarse a él para que la abrazara de nuevo.
—Tengo otro problema —dijo Justin de pronto.
—¿Qué tipo de problema? —preguntó con sus grandes ojos negros abiertos de par en par.
—Algo que descubrí el sábado, cuando pensaba que todo se ponía en marcha. No te lo había contado aún porque he estado tratando de dar con la solución.
—Por lo que veo no lo has conseguido. ¿Qué es lo que pasa? —insistió adelantándose para detenerse frente a él y hacer que se detuviera.
—Que no es tan sencillo como yo había supuesto —indicó mientras ella le rozaba con mimo los arañazos de su mejilla—. El domicilio es sagrado. El juez no emite una orden de registro sin un motivo muy poderoso, y un chivatazo no basta por muy fiable que este sea. Según están las cosas, pienso en otro lugar o lo olvido todo.
Bego reaccionó como si hubiera recibido la mejor noticia que podía desear.
—Tal vez eso sea lo mejor —opinó animosa—. Sabes que nunca me ha gustado esto de la venganza.
Justin resopló. Le pasó el brazo por los hombros, la acercó a su costado y comenzó a caminar de nuevo junto a ella.
—No voy a desistir, Bego, y lo sabes. No hagas lo mismo que Rodrigo.
Aceleró el paso al entrar en la plaza.
—Tú mismo has dicho...
—He dicho que tengo que pensar otra forma de hacerlo. —La condujo hacia la zona ajardinada, apartada de la acera y los peatones, y se detuvo ante un banco vacío—. Al parecer, si metiera la droga en un coche o un negocio no habría problemas —dijo en voz baja—. Ahí sí que actuaría la poli en cuanto recibieran el aviso.
—Ella tiene coche —musitó apagada, como si se resistiera a darle ideas.
—Lo tenía entonces —aclaró él—. Ahora no lo sé. No se lo he visto. Tendría que vigilarla de nuevo para comprobarlo.
Bego se encogió de hombros y suspiró. Pensar en que él volviera a pasar horas acechando a __________ la angustiaba.
—Olvídalo —insistió sin demasiadas esperanzas.
ESTÁS LEYENDO
Antes y Después de odiarte... (Justin Bieber)
RomanceUna historia de misterios, amor y dolor que os irá enamorando poco a poco...