21
Estacionó el coche junto a la Casa Torre de Ariz, a pocos metros del piso de Justin. Salió del vehículo abrochándose el abrigo y consultó su reloj de pulsera: las ocho de la mañana. Después miró al cielo. Amanecía un precioso día frío y nublado pero sin amenaza de lluvia. El día perfecto para pasear por la playa escuchando el sonido el mar; para sentarse en la arena y contemplar el horizonte en silencio; para charlar abrazados, refugiándose del viento.
Le alegraba que Justin hubiera aceptado su idea de pasar el domingo en la playa de Cuberris. Tenía maravillosos recuerdos de aquel lugar en el que se produjo su primer acercamiento, y pensaba que volver allí era lo que necesitaban. Tenía la esperanza de que él se relajaría hasta permitirle hablar del pasado, de que por fin la dejaría explicarse y, tal vez, comenzaría también a perdonarla. Esa expectativa le ilusionaba tanto que la excitación había hecho que madrugara mucho más de lo necesario.
La esplendorosa sonrisa se le extinguió en los labios cuando llegó al portal y la vio. La reconoció a pesar del tiempo transcurrido. La encontró más hermosa a pesar de que siempre le pareció la mujer más perfecta que había visto. Se quedó inmóvil mientras ella, altiva y desafiante, abría la puerta y se detenía obstaculizándole la entrada.
—¡Qué sorpresa! —pronunció en voz baja—. Este piso está muy concurrido esta mañana.
__________ percibió su tono provocador, pero no respondió. No quería discutir. Sentía lástima por ella. Sabía lo que era amar sin esperanzas de ser correspondida.
—¿Me dejas pasar, por favor? —pidió con amabilidad.
Pero Bego estaba tan furiosa como dolida. Acababa de descubrir el motivo del indiferente recibimiento que le había dedicado Justin, y sobre todo de la absurda discusión que había terminado con su imprevista visita.
—Ya que compartimos un interés común, permite que te dé un consejo —dijo con un chispeo de perversidad en sus ojos negros—: No subas inmediatamente. Da unas vueltecitas por el barrio para dar tiempo a que se enfríe su cama. —Sonrió al descender a la acera para marcharse, y en cuanto le dio la espalda la sonrisa desapareció y sus ojos reflejaron el dolor y la impotencia que en realidad sentía.
__________ apretó los párpados mientras el taconeo se iba perdiendo en la distancia. Se encogió, muerta de amargor y de frío. ¿En qué momento se atrevió a albergar alguna tonta esperanza con respecto a Justin? Se había acercado a él para ayudarle y, tal vez, para ayudarse a sí misma poniendo un poco de paz también en su alma. Debería haber centrado sus esfuerzos en eso, sin dejarse llevar por la emoción de descubrir que él la seguía amando.
Porque la amaba. Estaba segura de que la amaba a pesar del odio, a pesar de Bego, a pesar de todo.
Sin embargo, se quedó allí durante interminables minutos soportando la baja temperatura, preguntándose si debía subir o era más prudente regresar a casa.
Aún dudaba cuando, un rato después, Justin abrió la puerta y la miró con desconcierto.
—¡Vaya! —exclamó, aturdido—. Te has adelantado casi una hora. Pero lo arreglo en cinco minutos —aseguró mientras caminaba hacia atrás torpemente. Alzó la mano para disculparse y se precipitó hacia su cuarto.
__________ suspiró para darse ánimos. Encontrarlo con los pies descalzos, los vaqueros desabrochados y el torso desnudo le había provocado una punzada gélida en el corazón.
Miró a su alrededor, temerosa de encontrar cualquier cosa que le recordara a Bego, y fue tras él siguiendo la estela que su olor a recién duchado había dejado por el pasillo. Se detuvo a la entrada de la habitación y miró la cama deshecha.
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Antes y Después de odiarte... (Justin Bieber)
RomanceUna historia de misterios, amor y dolor que os irá enamorando poco a poco...