20
El sonido de platos y cubiertos les llegaba desde la cocina. Rodrigo, empeñado en que conversaran sobre su situación, había insistido en preparar la cena mientras ellos se quedaban en el salón. Pero los minutos avanzaban y, sentados uno junto al otro, no articulaban palabra.
Justin fumaba con aire ausente. Le preocupaba que la velada se alargara demasiado. Esa noche pensaba ir a casa de __________ pasara lo que pasase.
Los pensamientos de Bego estaban más embrollados y oscuros. Necesitaba que él le explicara por qué cada vez se veían menos, por qué mantenía apagado su teléfono, dónde había estado la tarde y la noche del día anterior. Pero Justin actuaba como si no hubiera nada que contar, mucho menos aclarar. Y tanta calma fue alterándole a ella los nervios.
Cuando se decidió a hablar le costó mantener su furia tras el cristal de sus grandes ojos oscuros.
—He visto que tienes terminados los diseños —lanzó con irritada satisfacción—. Los vi ayer, mientras esperaba inútilmente a que vinieras.
Él inhaló el cigarro, aparentemente tranquilo, pero su voz sonó tensa.
—Son delicados. —La miró de soslayo comprimiendo los labios—. Nadie puede tocarlos.
—No lo hice. Los vi a través del papel de seda —aclaró, ofendida—. Me sorprendió. Decías que no los tenías listos.
Justin expulsó el humo con calma. Estaba claro que iba a ser una conversación difícil. Sobre todo porque esta vez no tenía ninguna intención de apaciguarle el mal humor.
—Ya ves que sí —respondió apoyando los codos en las rodillas y llevándose el pitillo a los labios.
—¿Cuánto tiempo hace que están terminados?
—Más de una semana —confesó con aplomo.
Bego resopló para contenerse.
—¿Por qué no los has entregado todavía?
Justin descargó la ceniza del cigarro. Lo hizo con lentitud, dejando que el extremo encendido rodara por el centro del cenicero. Necesitaba mantener el control. Los ya habituales interrogatorios a los que le sometía Bego comenzaban a molestarle a pesar de reconocer que él, con su proceder, era el único culpable de esa actitud.
—¿Cuándo se los vas a dar? —insistió.
—En cuanto la vea. —Volvió a inhalar el pitillo, despacio, dominándose.
También ella trataba de contener su enfado. Aún esperaba que él se confiara sin que tuviera que sacarle cada palabra.
—¿Por qué no lo hiciste ayer? Estuviste con ella, ¿no? —preguntó, dudosa, albergando la esperanza de estar equivocada.
Él carraspeó mirando al frente sin ningún deseo de responder. Ni deseaba ni podía hablarle de __________.
—No me gusta que traten de controlarme —dijo con frialdad.
—No es control —declaró tan asombrada como herida—. Quiero saber por qué no apareciste ni me llamaste ni...
Calló cuando le vio levantarse y dirigirse a la ventana.
—He pasado una buena parte de mi vida en la que controlaban con quién hablaba, cuántos minutos hablaba, cuánto tiempo tardaba en comer o en ducharme. —Observó la calle, pensativo—. Creo que llegaron a controlar hasta cuántas veces respiraba al día. —Se volvió hacia ella—. Así que no lo intentes, Bego. Nadie volverá a someterme jamás.
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Antes y Después de odiarte... (Justin Bieber)
Roman d'amourUna historia de misterios, amor y dolor que os irá enamorando poco a poco...