CAPÍTULO 30

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Los dos días siguientes en mi país fueron extraordinarios, con mi familia visitamos los diferentes sitios turísticos de Quito entre ellos el sector de la Mariscal que era el sitio favorito de mi hermana, la plaza Foch la noche del jueves en compañía de Fausto, el Complejo Ciudad Mitad del Mundo y obviamente el monumento con el mismo nombre.

El viernes por la mañana no podía faltar la vista al Zoológico Metropolitano y como era de esperarse la prensa ecuatoriana se enteró de nuestra visita al país y no podía negarme a las entrevistas, no a ellos, así que la tarde de ese día, en compañía de Fernando fuimos a dos, de los tres medios de televisión más importantes del país, como era Gamatv y Ecuavisa y grabamos entrevistas para su respectivo programa matinal, a la salida del canal ya nos fuimos al aeropuerto, le había enviado un mensaje a mis padres para que estuvieran allá.

-Acepto. – volví mi mirada hacia él.

-¿Cómo? – Fernando me miro sorprendido mientras su cabello revoloteaba por el aire de la tarde.

-Acepto volver contigo – sonreí – estos días me di cuenta que sigues siendo el mismo hombre del que me enamore y que solo nos hace falta más tiempo para los dos y que no por eso vamos a sacrificar nuestro amor.

-Amor – saco sus manos del barandal y tomo las mías – me estás haciendo el hombre más feliz de la tierra – empezó a reír y me tomo por la cintura dándome media vuelta en el aire - ¡te amo, princesa! – ante el grito algunas personas miraron a nuestra dirección, pero ninguno de los dos presto atención, me aferre a su cuello contagiada con su risa y nos quedamos mirando frente a frente – gracias por esta nueva oportunidad aunque no quiero que solo seas mi novia.

-¿Entonces? – me dejo en el suelo y puso sus manos en mi cara.

-Quiero que seas mi mujer para siempre, aquí en este país donde empezó todo para los dos porque me permitió conocer a la mujer más maravillosa del mundo, quiero pedirte que seas mi esposa.

Lleve mis manos a mi boca sin ocultar mi sonrisa – Amor – mis ojos se cristalizaron – por supuesto que quiero ser tu esposa. – me balance sobre él y lo llene de beso por toda la cara, él me tomo de nuevo en peso y me dio una nueva vuelta para después buscar mis labios y unirnos en un beso apasionado que tenía como escenario esas mismas montañas que nos habían recibido.

-¿Interrumpimos algo? – la voz de mi hermana nos hizo separar y descubrimos que todos nos estaban mirando.

-Lo que pasa – Fernando me miro – es que quiero pedirle formalmente a los dos, la mano de Scarlet.

Mi padre y mi madre se miraron con evidente sorpresa y sonrieron uno con el otro, mi hermana me miro con incredulidad, pero al cabo de unos segundos, al ver mi sonrisa, también sonrió – Por supuesto que tienes nuestro consentimiento para casarte con él, ya es momento de que formalicen la relación – mi padre se acercó a Fernando y yo le solté la mano – oficialmente, bienvenido a la familia, Fernando.

-Gracias, Cristóbal, le prometo que haré muy feliz a su hija – se separaron – ella es todo para mí.

-Sé que ustedes se aman como a nadie – mi madre lo abrazo y me extendió su mano para que me uniera al abrazo – les deseo lo mejor.

-No me queda más que decir que felicidades a los dos – mi hermana extendió sus manos y nos abrazó a ambos – pero aún te estaré vigilando – susurro al oído con una sonrisa y los tres reímos – el amor siempre debe triunfar.

Después de las despedidas con mi familia, Fernando y yo nos dirigimos hacia dónde nos esperaba el helicóptero, en el camino no hablamos mucho, al cabo de media hora yo me deje dormir en sus brazos y desperté cuando ya estábamos de nuevo en la ciudad de México, eran las 7:30 de la noche cuando el helicóptero aterrizó, Fernando llamó a Espinel y él le confirmó que estaba esperándonos en las afueras del aeropuerto para llevarnos a casa, nuestra casa.

SIEMPRE LOS DOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora