CAPÍTULO 40

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-Ahora que recuerdo, me debes una cena – Fernando me miro con gracia –me dijiste que me ibas a invitar a mi restaurante favorito, pero jamás me cumpliste.

-Señor, podemos irnos. – escuche la voz de Cesar tras de nosotros.

-Gracias ¿Espinel ya está en la parte de atrás?

-Sí, allá no hay ningún periodista como en la entrada.

-Gracias, César. – cruzamos por su lado y pasamos por el pasillo de siempre que conducía hacia la salida trasera del aeropuerto, la ruta que se estaba haciendo familiar para ambos, el vuelo había sido cansado, pero hoy era la fiesta de despedida del amigo de Fernando así que como tenía el día libre en el canal podía ir sin restricción, según tenía entendido el miércoles se iría, y aunque Fernando no me lo dijera expresamente sabía que le dolía, en el último año se habían vuelto muy unidos incluso habían hecho un trabajo juntos.

-Hola, hermoso – me arrodillé en el suelo para sostener entre mis manos al cachorro que esperaba por nosotros – ¿cómo has pasado?

-¿Cómo vas, amigo de cuatro patas? – Fernando se inclinó a mi lado mientras el cachorro nos movía la cola a ambos.

-Gracias por haber permitido que lo adoptáramos, te prometo que no te arrepentirás. – me puse de pie con el pequeño entre mis brazos y él sonrió.

-Buenas tardes, Soraya ¿cómo ha avanzado todo en estos dos días?

-Muy agitado, señor – tomo entre sus manos al pequeño cachorro que le movió la cola enseguida – los periodistas han hecho vigilia aquí – reí por el tono que uso – esta mañana los mande a sacar con los de seguridad, sabía que ustedes llegarían y pensé que no deseaban ser importunados con tantas mentiras.

-Gracias, Soraya – extendí mi mano hacia ella – como tú lo dices, son mentiras que pronto se acabaran.

-¿Quieren algo de tomar o de comer?

-No de hecho como el vuelo se retrasó solo tenemos tiempo de cambiarnos, vamos a volver a salir.

-Entonces, con permiso, me llevaré a este pequeño a darle de comer.

-Propio. – cruzamos el hall de la casa y subimos hacia la habitación abrazados el uno del otro.

-No me acostumbro al cambio de horario de Montevideo y México – Fernando empezó a desabotonarse la camisa una vez estuvimos dentro de la habitación – nada como estar en casa.

-Amor, una vez más te felicito – me senté en el sillón frente a la cama – todos quedaron satisfechos con tu concierto, con decirte que muchas personas no pudieron acceder al lugar porque se acabaron las entradas.

-Sí, me ha llenado mucho todo esto, el vídeo en plataformas digitales también es un éxito – dejo la camisa sobre el suelo y ante mi mirada que cambio se agachó a tomarla y la dejo sobre la cama con una sonrisa sutil – todo esto te lo debo a ti y a Dios, tu siendo mi luz y el siendo el arquitecto de toda nuestra vida.

-Tú lo has dicho – me levante y camine hacia él – estos dos días lejos de todo esto han sido muy importantes, quiero que sepas que el día que tú entraste a mi vida la cambiaste por completo en todos los sentidos, te prometo que siempre estaré a tu lado para apoyarte.

-Te prometo lo mismo, eres lo más importante en mi vida y por lo que siempre quiero luchar. – sus manos acariciaron mis mejillas y su labios buscaron los míos en un rápido movimiento, éramos uno de nuevo.

Me enredo entre sus brazos y me giro dejándome sobre la cama, nos recostamos en ella y su piel hizo contacto con la mía, la respiración se volvió más agitada al igual que las caricias, nuestras lenguas irrumpían en la boca del otro como si de una danza se tratase, Fernando se acomodó sobre mí sintiendo un poco de peso, mis manos acariciaban su espalda desnuda a lo que él me sacaba la blusa por encima de los hombros, la lujuria ya se estaba apoderando de ambos casi por completo y lo decían las varias mordidas que habíamos dejado sobre nuestros labios cuando el sonido de la puerta nos hizo separarnos de manera abrupta y obligada.

SIEMPRE LOS DOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora