CAPÍTULO 51

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-Hola y adiós, hermanita – Paola bajo las escaleras a toda velocidad – Carlos me está esperando en el parque y se me ha hecho tarde, la alarma no me despertó, nos vemos en la tarde.

-Me llamas alguna novedad. – vi como salía de la casa con toda la emoción que la caracterizaba, doble las piernas en el sofá y tome la revista de nuevo.

-Paola es un torbellino – Fernando me sonreía desde la puerta de la sala con una taza de café en mano – la hizo muy feliz la renuncia del doctor.

-Está enamorada, me lo confesó el mismo día que él la llamo para darle esa noticia.

-¿Entonces irá a trabajar a Ecuador? – se sentó frente a mí con su sonrisa de comercial.

-Carlos quedó encantado con Ecuador y mi padre se ofreció a ayudarlo con un trabajo en el hospital o en una clínica de Quito así es que si – sonreí – el jueves por la noche, cuando fui a recoger a ese par de tórtolos al aeropuerto me lo dijeron, solo que no te lo había podido comentar porque ayer tuvimos toda la preparación para la fiesta.

-Me alegra que estén juntos – se sentó a mi lado – ¿dónde se está quedando?

-En el hotel de siempre, aunque mi hermana me pidió que lo dejemos aquí ¿no te importa? Cierto, mis papás te mandan muchos saludos, hace poco hable con ellos – jugué con su manos – estaban emocionados cuando les dije que ya había terminado la novela y que pronto estaremos allá.

-Sabes que no tengo problemas, una pregunta, tus papas... ¿piensan casarse? – me miro con su sonrisa juguetona.

-No lo sé – apoye mi cabeza en sus piernas – pienso que ellos están mejor así aunque cuando discuten parece que el tiempo no ha pasado.

-Te prometo que así no seremos tú y yo – beso mi frente – yo no creía en el matrimonio hasta que te conocí y te voy a ser la mujer más feliz.

-Te prometo lo mismo, niño bonito.

Tomo mis manos y me llevo hacia el sillón de enfrente que era de dos, me senté quedando mi cabeza apoyada en sus hombros, él tomo el control del televisor y la encendió, busco algunos canales hasta que encontró uno de películas, ese sábado la pasamos así, en la comodidad de nuestra sala disfrutando de coca cola y palomitas.

A primera hora de domingo, mi hermana nos levantó muy temprano, había planeado un día de cuatro y no podíamos negarnos, a las 8:30 de la mañana salimos de casa sin ninguno de los chóferes ni guardaespaldas, ella quería un día al aire libre con juegos deportivos y eso fue lo que hicimos, al caer la noche cenamos en un restaurante que era el preferido de Carlos y lo había descubierto en su primera salida con mi hermana, aunque la mayor parte de esta Paola trató de convencer a mi novio de que le planeara una cena con José Luis y Raúl Ortega, sin mucho éxito, Carlos y yo nos limitamos a reírnos de esa extraña conversación que involucraba a cantantes.

Al salir del restaurante fuimos a casa, el cachorro al llegar al jardín salió corriendo en busca de su juguete mientras nosotros nos dispusimos a entrar, nos quedamos en la terraza una hora más, poniéndonos al corriente de todo lo que había pasado en la visita de Carlos a Ecuador durante dos semanas.

-Buenas tardes, señorita - Soraya entró a la biblioteca - el almuerzo está listo, su hermana y el joven Carlos ya bajan.

-Gracias, Soraya - me recline en la esquina de la mesa - ¿Fernando?

-Sigue en los jardines, está jugando con el cachorro y mirando de vez en cuando los papeles vacíos.

-Le está resultando un poco difícil plasmar la última idea del vídeo aunque estoy segura que se le ocurrirá algo.

SIEMPRE LOS DOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora