Taylor estaba con Max en el parque de diversiones, un lugar emocionante para un chico tan poco expresivo como él.
–¿Te gustan los parques de diversiones? –le preguntó Max, mientras le daba una manzana con caramelo.
–Me encantan –dijo ella alegre.
La primera atracción a la que se subieran era la montaña rusa. Taylor amaba esa atracción, era divertida, excitante y llena de adrenalina. Ambos se subieron en los asientos de primera fila y, así empezó la cita de los dos.
El carrito empezaba a subir más y más, era increíblemente alta.
–Esta es la montaña rusa más grande del país –le dijo Max.
–Lo se –dijo ella –. Siempre había querido venir, pero nunca tuve el tiempo suficiente.
Al llegar a la cima, el carrito se inclino hacia adelante y Taylor, instintivamente, levanto sus manos y comenzaron a descender rápida y ferozmente. Max estaba completamente tranquilo en su asiento sin mostrar alguna expresión de miedo o adrenalina, pero todas las demás personas sí gritaban.
Cuando se bajaron, Taylor se sentia llena de vida y quería seguir con las demás atracciones. Ella corría de un lado para otro para probar los demás juegos, y Max la seguía lentamente. El pobre hombre no sabia como comportarse con una chica tan activa. Él era serio y ella era muy alegre.
Así pasó la mayoría del día, Max incapaz de hablar con Taylor y ella incapaz de quedarse quieta. Tal vez no fue buena idea haberla traído a el parque.
–¿Quieres algo de comer? –le preguntó Max, mientras ella miraba con asombro una rueda gigante que giraba sobre si misma, lo llamaban el Vomitron, por razones muy claras... o oscuras, dependiendo de la persona que se subiera y no aguantara los descomunales giros de la maquina.
–No –dijo ella, mientras se giraba para ver a Max –. Quiero ir a la casa de los espejos.
Ambos caminaron al lugar que ella quería ir, él no dudo en tomar la mano de la chica y ella le dedico una linda sonrisa.
Los dos se acercaron y una chica que trabajaba ahí, los dejo pasar, no sin antes admirar a Max.
–Que disfrute la atracción –dijo la trabajadora, mientras se sonrojaba.
Max le dio las gracias y le sonrío, ella casi... pero casi se desmaya.
El pelirrojo y Taylor avanzaron por el lugar y podían ver a otras personas que también estaban intentando salir por la otra puerta.
A medida que pasaba el tiempo, muchas personas lograban salir, y así fue sucediendo hasta que se quedaron ellos solos.
–¿Cómo es posible que no podamos encontrar la salida? –se quejó Max.
–Tal vez estemos cerca –opinó la chica –. ¿Por qué estas tan amargado?
Max se ruborizó inmediatamente. Él problema no era que estuviera de mal humor, era que estaba nervioso y tenia miedo de echar a perder su cita.
–Yo... –Max se detuvo en medio del lugar que estaba lleno de espejos.
–¿Qué sucede? –Taylor se acercó a él para verificar que se encontrara en perfectas condiciones.
Los dos se miraron directo a los ojos y Max se acercó lentamente al cuello de la chica. Olia a rosas, eso lo descontrolaba más de lo que ya estaba. Su nariz rozó la piel de Taylor y ella tembló. Los labios de Max subieron hasta la boca de la chica y ambas leguas luchaban por ver quien tenia el control.
Pasó un minuto exactamente hasta que Max se alejó de ella.
–Creo que ya es tarde y deberíamos volver a casa –dijo él.
Le dio un beso en la frente a la chica y ambos salieron de ese lugar.
Él estaba más que feliz de poder compartir ese momento con ella, peor no quería saturarla con más sentimientos.
Y así concluyó su cita.
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Academia Luna
RomansaTaylor, un nombre que puede ser muy confuso si se trata de decir que eres hombre o mujer. Desgraciadamente para esta chica, no solo su nombre será un problema, también los chicos que están atraídos hacia ella. Acompaña a esta chica en una aventura d...