Su cara de sorpresa era inigualable, provocando que mis nervios comenzaran a martillar con fuerza mi cerebro, haciéndome preguntar si fue correcto haberlo dicho.
- ¿Qué dijiste? - En su voz, el tono incrédulo, era muy único.
- Yo... emm... que... - Tomó mi rostro entre sus manos, mirándome con fiereza.
- Dilo, Gabriella. Hazlo. - Su mirada gris azulada me atrapó y fue como si mi cuerpo sucumbiera como hielo derretido ante su encanto.
- Dije que te amo, Tyler. - Unió su frente a la mía, regalándome una sonrisa torcida.
- Creo que acabo de explotar por dentro. - Lo miré algo horrorizada, escuchándolo reír con suavidad, haciéndome sonreír.
Sentí el roce de sus labios sobre los míos, sintiendo a mi respiración pausarse por lapsos cortos. El deseo por besarlo se imponía cada vez más y me desesperaba la necesidad.
No resistí.
Estampé mis labios contra los suyos, saciando la necesidad de a poco; enredé mis dedos en su cabello, atrayéndolo a mí mientras, él, dejaba caer sus manos sobre mi cintura, dando leves apretones, encendiendo mi interior.
La pasión que sentía era inigualable; sentía que me quemaría en vida si no dejaba escapar el fuego que corría a través de mis venas. El beso fue subiendo de intensidad, permitiéndole entrar a explorar mi cavidad bucal sin detenimiento.
Fue él quien detuvo el momento al separarse de mí, uniendo su frente a la mía, haciendo que lo mirara algo extrañada y confundida; él sólo dejó un beso en la punta de mi nariz, sonriendo levemente.
- Sé a dónde nos llevará esto pero creo, y estoy seguro, tienes preguntas por hacer. Quiero dar respuesta a todas ellas, sin que tengas que averiguarlo por medio de alguien más.
Sonreí al comprender su repentino detenimiento, asintiendo en silencio, inhalando con profundidad, separándome de él un poco. Antes de comenzar a disparar con mis preguntas, debía salir de una duda importante.
- ¿Esto - nos señalé con una sonrisa - en qué nos convierte? - Escuché su risa, sin ser tan fuerte.
- Creí que había sido directo cuando te pedí una oportunidad, y pensé que había quedado más claro cuando nos besamos. - Reí suavemente, negando.
- A mí dime las cosas como son. Yo no entiendo indirectas. - Él sonrió, asintiendo en silencio, separándose de mí para tomar mis manos entre las suyas, fijando su mirada en la mía.
- ¿Quieres ser mi novia, Gab? - Mordí mi labio inferior queriendo ocultar mi emoción, acercándome a sus labios.
- Y, si digo que no, ¿qué harás? - Me miró desafiante pero con una sonrisa ladina.
- No quisieras averiguarlo. - Reí con suavidad, asintiendo. - ¿Eso qué significa?
- Que sí, Tyler. Sí quiero ser tu novia. - Rompió el poco espacio entre nuestros labios, dejando un casto beso sobre ellos. Al separarnos, habló.
- Bueno, ¿cuáles son las preguntas que invaden tu mente? - Inspiré profundo y me preparé para bombardearlo.
- ¿Pueden matarlos? ¿Es verdad lo que dicen en las películas? ¿Las balas de plata, o cuchillos, los lastiman? - Tyler rió, negando un poco.
- No todo lo que ves en las películas es cierto, pero de matarnos, sí pueden hacerlo aunque no con plata. O por lo menos, en los lobos auténticos no. - Fruncí mi ceño ante su explicación. - En los licántropos funciona, pero debes tener una puntería excelente para hacerles algo o, por lo menos, llegar al corazón. En realidad, la forma más efectiva de acabarnos es cortándonos la cabeza o arrancándonos el corazón. - Levanté mis cejas con cierto asombro y curiosidad.
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Opuestos. (COMPLETA Y CORREGIDA)
Hombres Lobo- ¿¡Qué haces!? - Grité - Sólo confía en mí, ¿quieres? - Me sentía en extremo nerviosa, y él sólo seguía desvistiéndose. Mi sorpresa fue grande cuando lo vi transformarse en aquel lobo gigante, de un color blanco con algo de negro y gris; aquel que...