Con fuerza.

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Pude ver los ojos de Tyler melancólicos y cargados de tristeza. Pasó su brazo sobre mis hombros, uniéndome a él, dejando un tierno beso en mi sien.

- Tranquila, Gab, él estará bien. Apenas salgamos de aquí, te llevo.

- Gracias. - Sonreí con agradecimiento, ante sus palabras mentales, apoyándome en su pecho, sintiéndome más tranquila.

El resto de horas que quedaron, se pasaron con rapidez y, cuando menos lo esperé, nos encontrábamos en el jeep de Tyler, junto a Dustin, en camino a mi casa.

Menos mal que Eleanor nos dejó salir temprano. Lo sé.

Suspiré en silencio al escuchar el razonamiento de mi conciencia, mirando por la ventana los árboles que pasaban por nuestro lado.

- ¿Qué es lo que sucede, Gabi? - Me giré un poco para ver a Dustin con una pequeña sonrisa cansada.

- Ayer me explicaron que, a través de mis venas, corre sangre de lobo, pero no es cualquier sangre; es sangre de Alpha Supremo. - Vi a Dustin medio abrir sus ojos con algo de sorpresa, asintiendo a la vez.

- Eres la Sangre Perfecta. - Lo miré confundida ante sus palabras certeras.

- ¿Cómo lo sabes? - Dustin fijó sus ojos en la nuca de Tyler.

- ¿No se lo has dicho? - Vi que Tyler se tensaba un poco.

- ¿Decirme qué? - Miré a Tyler con mi ceño fruncido y algo de confusión; él miró a Dustin con ganas de asesinarlo, volviendo sus ojos a mí para darme una sonrisa extraña.

- Ahora no importa eso, princesa. Recuerda que tu hermano te necesita. - Asentí con inseguridad, evitando golpear su brazo.

- Esto no queda así, Thompson. - Tyler rió, asintiendo en silencio, regresando mis ojos a la vía.

Al llegar a casa, bajé del auto con rapidez, sin siquiera cerciorarme de si Tyler y Dustin venían detrás, pero estaba segura de que así es. Al entrar, pude apreciar la voz de mi padre desde la habitación de Benjamin, hablando con fuerza debido a los alaridos que daba mi hermano.

- ¡¡Sostén sus brazos, Helena. No podemos dejar que se mueva!! - Abrí mis ojos con ansiedad, subiendo con rapidez a su habitación, llevando mi corazón en la garganta.

Al entrar a su habitación y mirar la escena: mi hermano se retorcía sobre su cama, gritando con fuerza; en su cara se podía ver claramente el dolor que le estaba causando, pero lo más impactante de todo era que ya se podían notar los cambios en él.

Se veía mucho más alto de lo que ya era, su cuerpo se veía más musculoso y, su carita de niño, que aún tenía algunos rasgos infantiles, se veía más varonil y madura. Me acerqué con rapidez a él, arrodillándome a su lado.

- Ben... - Mis lágrimas se acumulaban en mis ojos, sintiendo un dolor en mi pecho, demasiado fuerte como para soportarlo.

- Gabi, necesito que salgas. - Miré a mi padre con incredulidad y dolor, ¿en serio me estaba pidiendo eso?

- No, no lo haré. - Negué con mi cabeza, tomando la mano de mi hermano entre las mías.

- Gabriella, sal ahora. - Pude escuchar el tono autoritario en su voz, causando un aturdimiento interno en mi cerebro ante su orden, sintiendo unas manos sobre mis brazos que me levantaron del suelo; logré soltarme de aquel agarre, posicionándome al lado de mi hermano nuevamente.

- ¡¡No lo dejaré!! - Miré a mi padre con enojo y dolor contenidos, manteniendo mi postura firme, la cual luchaba con su autoridad. - ¡No me pidas que lo deje porque no lo haré!

Opuestos. (COMPLETA Y CORREGIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora