Me incliné un poco, tratando de agarrar el morral, enderezándome con rapidez al sentir un dolor punzante en mis costillas.
¡Estúpido Daniel! ¡Ojalá se caiga de las escaleras y se quiebre las piernas!
Sonreí un poco ante el comentario de mi conciencia, ignorando un poco el malestar que sentía.
Suspiré con suavidad, sosteniendo mis costados con uno de mis brazos, estirando el otro, alcanzando el morral con agilidad.
Al tenerlo entre mis manos, saqué la ropa limpia, decidida a meterme en el baño, queriendo ayudar a mi cuerpo adolorido. Me levanté con lentitud de la cama, dirigiéndome a él; al entrar y mirarme en el espejo, casi me da un ataque cardíaco al ver el reflejo.
Mi cuello tenía las leves marcas de las manos de aquel animal mientras, mi rostro, estaba totalmente sucio debido al lodo que se había pegado a mi piel; mi cabello también se veía extraño con aquella suciedad encima y ni siquiera hablemos de mi ropa.
Negué en silencio, comenzando a remover todo aquello de mi cuerpo con sumo cuidado, evitando hacer más desastres en el lugar; el dolor no disminuía, sino que iba en aumento, asustándome un poco. La cabeza comenzaba a latirme con fuerza y sentía que, si cerraba los ojos, esta me explotaría sin piedad. Solté la coleta de mi cabello, sintiendo algo de alivio, metiéndome bajo el agua, viendo aquella transparencia tornarse café mientras limpiaba todo mi cuerpo en el proceso.
No sé cuánto tiempo tuvo que haber pasado, pero al mirar mis manos, estas se veían bastante arrugadas, así que cerré la llave, saliendo de ahí. Agarré una toalla que había cerca y me sequé con cuidado, mirándome al espejo. Círculos medianos, bastante rojos, comenzaban a hacer aparición en mi cuerpo.
Mañana estarán de otro color y lo sabes. Suspiré ante el comentario de mi conciencia. Lo sé.
Salí del baño, colocándome la ropa limpia; con mis zapatos era caso perdido, así que medio los limpié, dejándolos cerca de la ventana para que se secaran. Me acomodé en aquella cama, que era mucho más pequeña que la de Tyler, dejando que mis ojos se cerraran sin problema, debido al cansancio.
Sentí un leve roce suave sobre mis mejillas y me desperté sobresaltada, encontrándome con la bella sonrisa de Tyler. Respiré con alivio, sonriendo ante su presencia, abalanzándome sobre él, mordiendo mi lengua para no quejarme por causa del dolor.
- Estás aquí. - Sentí cómo el dolor de mi cuerpo disminuía considerablemente conforme pasaban los segundos.
- Te dije que volvería, princesa. ¿Estás bien? - Nos separó, tomando mi rostro entre sus manos, mirándome detalladamente.
- ¿Y con bien, te refieres a...? - Vi la mirada de Tyler posicionarse sobre mi cuello mientras su mandíbula se endurecía. Suspiré.
- No lo hizo con culpa, Tyler. Era el entrenamiento; fue necesario. - Sí, claro. ¡Necesario y una miércoles! Le voy a partir el cuello.
- No debía lastimarte demasiado, Gabriella. No eres experta en el tema. ¿Con quién creía que estaba entrenando?
Lo dijo más para él que para mí, dejándome ver su ceño fruncido e incómodo; en un impulso rápido, queriendo cambiar de tema, besé sus labios. Su cuerpo reaccionó a mí, sintiendo cómo se relajaba de a poco. Nos separamos mínimamente y hablé en un susurro.
- Tranquilo. Estaré bien. - Unió su frente a la mía, asintiendo levemente.
- Vamos a casa. Sé que estás agotada. - Asentí con una sonrisa, intentando levantarme, pero hasta mis uñas dolían. - Ven, te llevaré en brazos hasta el jeep.
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Opuestos. (COMPLETA Y CORREGIDA)
Hombres Lobo- ¿¡Qué haces!? - Grité - Sólo confía en mí, ¿quieres? - Me sentía en extremo nerviosa, y él sólo seguía desvistiéndose. Mi sorpresa fue grande cuando lo vi transformarse en aquel lobo gigante, de un color blanco con algo de negro y gris; aquel que...