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Capítulo XI "Los ladrones de coches"

Sinceramente, dudaba de que robar un coche fuera lo mejor que podíamos hacer, quiero decir, esto era ilegal, y seguro que habia mejores formas de llegar a Roma, quiza no tan rápidas pero siguen siendo viables. Aunque no debería ponerle pegas al plan de Alicia, la chica solía tener todo pensado, siempre había fallos en sus planes pero lo tenía todo pensado mínimamente. Pero... desde luego hacerle el puente a un coche no era lo suyo.

-¿No es más fácil coger uno de los coches de tu padre? -pregunté impaciente.

-Se daría cuenta de que lo he cogido yo y sabría que nos dirigimos a Roma -dijo la chica mientras seguía manipulando aquel coche.

-Dejame a mi -dije apartando a la chica para conseguir nuestro objetivo escasos instantes después- boom, conseguido.

Tomé el asiento del conductor, mis manos se posaron sobre el volante y me aferré a él. Mire a Alicia, la chica tenía una mirada decidida, desde luego estaba segura de lo que hacíamos y en ese instante aceleré. Cruzamos por Madrid, era de noche por lo cual las luces invadían el paisaje urbano, aumentaban la belleza del lugar.

-Adoro la noche -dije sin una razón determinada- solo en la noche puedes ver las estrellas, o las luces de la ciudad. Aquellas pequeñas amiguitas relucientes como son las luciérnagas, en su máximo esplendor. Besos enredados en misterio. Perfección oculta en la oscuridad.

-La noche es perfecta, pero también es tenebrosa -dijo la chica- nunca seremos capaces de saber todos los secretos que oculta.

-Todos tenemos secretos -concluí yo.

Nuestro paisaje cambiaba lentamente, luces se apagaban dejando que nos invadiera la oscuridad, sólo teníamos aquel pequeño haz de luz producido por pequeñas farolas cada ciertos metros, las cuales podían dejar de brillar en cualquier instante, y desde luego, esperaba que no lo hicieran...

Ciudades desaparecian, y del horizonte surgían otra nuevas, quizá más enigmáticas, quizá más mágicas o incluso más puras. Alicia permanecía dormida, el cansancio le habia podido, yo por mi parte lo último que quería era dormir. Por aquella maldita carretera no pasaba ni un solo coche, y el viaje hacia Barcelona se hacía eterno.

-Despierta -le dije a Alicia mientras movía su pierna- ya casi hemos llegado.

-Aún ni ha amanecido -dijo la chica- ¿no has dormido?

-¿Tenía que dormir? -pregunté riendo.

-Rubio idiota... -soltó Alicia a la vez que abría la guantera y sacaba una foto de allí- parece una familia feliz, pero la foto está rasgada por la mitad...

-Quizá no eran tan felices -dije de forma triste.

Seguí conduciendo un rato más hasta que llegamos a Barcelona, una vez allí empecé a ir algo mas despacio por el laberinto de calles mientras seguía las indicaciones de la señorita Alicia. No se a donde pretendía ir, ya que ni ella parecía tener mucha idea de a dónde nos dirigiamos. Tenía que reconocer que Barcelona era una de las ciudades mas bonitas en las que había estado nunca, la notaba tan diferente... había como una esencia distinta, y esa esencia era de aquellas que te atrapan y no te dejan marchar. De un instante a otro, Alicia me dijo que parara, se bajó del coche y empezó a caminar, la seguí y se detuvo frente a una puerta, golpeó pero nadie contestó. Eran las diez de la mañana, así que no me sorprendía demasiado. Volvió a golpear y un joven de unos dieciocho años abrió la puerta.

-Bruno -dijo Alicia abrazando al chico.

-¿Qué haces aquí Alicia? -preguntó el joven- ¿y quien es este?

-Es mi amigo, se llama Lucas -dijo la chica haciendo una gran pausa- necesitamos tu ayuda.

-¿Qué tengo que hacer? -dijo el chico.

-Necesitamos ir a Francia, sólo necesito que nos lleves a Montpellier -dijo Alicia con cierta determinación- ¿podrás hacerlo?

-Pues claro boba, ¿acaso lo dudabas? -respondió Bruno con una gran sonrisa- ¿es por lo que me dijiste el otro día?

-Si... -dijo la chica fríamente- si, tengo que hacerlo.

-¿Se lo has dicho a Carter?

-Aún no.

-¿Quién es Carter? -pregunté con intriga.

-Saldremos esta noche -dijo Bruno ignorando mi pregunta.