25: Las Diosas del Dorado.

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Cuando los segundos se entrelazan forman minutos. Cuando los minutos se acercan demasiado entre ellos, forman horas. Cuando las horas se abrazan con fuerza, crean días. Y si dejas que los días pasen y pasen, acumulándose, forman meses.

Dos estrellas colosales que ya no podían acercarse disputaban cada uno su propia guerra.

Los nacionales, la mayor competición deportiva dentro del país nipón había dado su comienzo hacía ya un corto tiempo, y las dos ramas de Shiratorizawa avanzaban a un ritmo destructor.

Atrás quedó ese interminable partido contra Niiyama, o esa infernal final contra Karasuno.

Ahora sólo los equipos más poderosos continuaban adelante, y los equipos de fucsia arrasaban.

- Las semifinales y no nos podía tocar un rival peor... - Susurró Haizaki.

El vestuario permaneció en silencio, un silencio de pura concentración. Les quedaban apenas minutos para salir a la cancha, y todavía tenían que afinar algunas cosas, aunque cualquier palabra o ruido innecesario podría romper ese equilibro tan bien montado.

- Bien chicas – Rompió ese silencio la entrenadora –, es hora. Salgamos ahí y ganemos. Sé que lo podéis lograr, porque conozco vuestra fuerza, conozco vuestro poder. Si ganamos seremos las primeras finalistas del torneo... Luchad, luchad con toda vuestra alma y más allá. Si os quedáis sin fuerzas vuestras compañeras os ayudarán, recodad que en la pista sois seis. Nunca estáis solas, nunca pelearéis individualmente. Vosotras pelead como las águilas que sois.

Todas asintieron, de alguna manera se sincronizaron para entender que las palabras sobraban. El silencio les venía mejor.

Salieron del vestuario y se encaminaron por los pasillos del imponente Estadio Nacional de Tokio. Su destino estaba a la vuelta de la esquina, a través de un largo pasillo que imitaba a un túnel.

Una cavidad oscura, lineal, infinita. No había una sola luz dentro de aquel pasillo, pero tampoco era necesario. Estaba hecho a posta, planificado de manera minuciosa.

Desde ahí se podía sentir el techo vibrar por los golpes y pisadas del público que estaban sobre los jugadores, pero al mismo tiempo transmitía una calma alentadora, un momento donde sólo puedes oír tu respiración mezclarse con los alientos de tus compañeros.

Y al final del túnel, una poderosa luz que alumbraba la salida.

No por nada ese pasillo era tomado para acceder a la pista Nº2, la segunda principal, la preparada de manera especial para albergar las semifinales.

Una inmensa cancha se mostraba majestuosa frente a los ojos de las jugadoras, y rodeándolas cientos y cientos de personas que alzaban sus voces hasta hacerlas un único grito.

Desde el frente, desde otro pasillo idéntico, llegaban ellas, las rivales tan esperadas.

Envestidas en oro, relucientes como joyas, andares de divas... La Preparatoria Femenina Ryokan, las actuales campeonas del Nacional, las "Diosas del Dorado", el hogar de Miu Takatoshi, la mejor rematadora y mejor jugadora del país durante dos años consecutivos, y que buscaba completar su triplete en aquel torneo.

La caballera rubia atada en una coleta y trenzada, metro sesenta y tres, delicados ojos rosados dentro de unas cuencas grandes e inocentes, trajeada de gala con equipación de tono dorado y bordes en negro. A su espalda el legendario número 10#, un símbolo mítico que representa a los mejores, que sólo llevan los grandes.

Un duelo entre depredador y presa daría comienzo, donde una pelearía con sus alas y garras, y la otra con sus dientes y su cola.*

No hubo palabras, sólo sonidos, los ruidos emitidos por el árbitro. Ryokan iniciaba con el saque.

Haikyuu: Shiratorizawa /#Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora