Capítulo V Dios Toma el Control

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Mi madre me tomó del brazo y comenzó hablarme en el oído para que yo pudiera calmarme. Mi miedo era tan poderoso que perdieron seis agujas ese día, yo no permitía que me inyectase y era necesario que lo hiciera.

-Maukari ¿Le crees a Dios?- preguntó mi madre, haciéndome entrar en razón

Esa pregunta penetró mi ser, dándome cuenta de que en realidad yo creía que él existía pero en ese momento no sabía si le creía. Yo me veía en una clínica donde estaban a punto de hacerme algo que yo ni siquiera sabía, tenía un dolor muy intenso y me encontraba sujetada por varias enfermeras, por eso no sabía si creerle a Dios, yo no respondí, pero aun así ella continuó

-Si realmente crees, él te va sacar de esto, va hacer que todo salga bien. Ahora van a sacarte algo que está dañado en tu cuerpo y Dios será quien lo haga. Recuerda que somos sus hijas, todas las cosas que nos ocurren es porque él lo permite- dijo mi madre con dulzura, su voz me calmaba y esperaba que continuara

-Vamos a orar ¿te parece bien?- continuó ella y yo asentí con la cabeza, realmente quería que lo hiciera, yo necesitaba hablar con Dios para que me diera fuerzas, si él quería que esto pasara entonces que fuera él quien me diera lo que necesitaba para superarlo

-Padre Celestial. Dios bueno y poderoso, en este momento te pido que sea tu haciendo la obra en mi hija, que todo lo que los médicos realicen tú seas quien lo haga, mete tu mano y hágase tu voluntad en todo momento- ella oraba con fuerzas y se notaba la dulzura en su voz y eso me calmaba

Mientras ella oraba y yo trataba de repetir lo que ella decía, las enfermeras me fueron soltando lentamente. La doctora le hizo seña a mi mamá para que siguiera, pues aún estaba muy tensa y ella me empezó a cantar el salmo 23

-Jehová, es mi pastor

Nada me faltará,

Jehová es mi pastor,

Nada, nada a mí me faltará,

Junto a aguas de delicados

En pastos me hará descansar...-

Eso me relajó mucho más y solo podía verla y escucharla a ella, realmente la música me calmaba y la letra era lo mejor. Luego de eso, continuó con otra canción

-Hay momentos que,

No deberían terminar,

Hay segundos que,

Tendrían que ser eternidad,

Cuando tu espíritu Señor,

Se topa con el mío

Y mi corazón estalla

En adoración...-

Cuando terminó de cantar, las enfermeras ya habían insertado la aguja y aquel líquido ya estaba corriendo por mi cuerpo y cayendo de la bolsa. Yo me sentía invencible, que podía con todo lo que me fueran hacer, allí le creí a Dios, porque si él no hubiese estado presente en todo, mi madre no pudiera calmarme o estar presente cuando la necesitaba. Tampoco las maquinas se hubiesen arreglado a tiempo.

El mismo camillero me fue a buscar de regreso, yo podía ver como él volvía a jugar conmigo, y se divertía junto a mi madre al verme reír. Bajamos unas escaleras con el mayor cuidado posible y luego entramos en un pasillo completamente blanco, solo había algunas puertas grises con unos pequeños letreros en azul rey. Continuamos nuestro camino, yo estaba un poco nerviosa, pero aun así me estaba empezando a sentir adormitada, pero no cerré mis ojos, no quería hacerlo, yo solo deseaba ver que era lo que me harían. Cuando llegamos había un mesón grande en medio que separaba el pasillo de la puerta, el camillero me cargó con cuidado y mientras lo hacía me decía

Historia de una GuerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora