Capitulo VIII Con Vida, Peleada y Llamada

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Cuando hubo llegado mi madre, me emocioné y estaba muy ansiosa por saber si lo había conseguido y finalmente ella se sentó con nosotros y nos dijo que si lo había logrado. Primero había ido a Cabimas, se le presentaron algunas trabas pero logró retirar los resultados, al llegar a Mene Grande ya era tarde, la hora se le había pasado pero aun así ella le oró a los papeles y se fue hasta la escuela y cuando los entregó la recibieron muy amable y le entregaron el horario de clases, para que iniciara el siguiente lunes. Solo quedaba un paso y era buscar una persona que estuviera disponible para que cuidara a mi hermano y a mí en la tarde.

En la tarde ocurrió algo inesperado, yo quería ayudar a mi mamá a limpiar la casa para que ella descansase, así que sin que me lo pidieran tomé la escoba y empecé a barrer, pero cuando llegué a mi cuarto, yo tenía un espejo muy grande recostado a la pared, seguí barriendo y sin querer lo tropecé con la escoba y este cayó al suelo, partiéndose en varios trocitos, me asusté y más cuando escuché

-¡Maukari ¿Qué Hiciste?!- gritó mi madre mientras corría hacia mí con la correa de cuero y al ver el espejo, no me dio tiempo de explicar cuando cuatro azotes aterrizaron en mis piernas, provocando que yo llorara bastante y en medio del llanto le explique lo que pasó y en vez de una dulce sonrisa recibí otro azote

Ese día, dejé todo en el suelo y me acosté en mi cama botando lágrimas sin parar, pero antes de que viniera algún pensamiento en contra de ella solo pensé

-"Mañana es otro día. Todo estará bien"-

Al día siguiente, nos fuimos a un pueblo llamado El Milagro, conseguimos a alguien que nos cuidase y regresamos a casa, todo parecía normal, excepto por la parte que yo no pronunciaba palabra alguna solo a mi hermano, aún estaba molesta y dolida por lo de la tarde anterior.

Cuando llegué a casa lo primero que hice fue subirme al árbol y empecé a recordar que dos días antes del "Festi Niño", mi madre se encontraba en la cocina con todos nosotros, ella hablaba sobre lo que haríamos y mi padre arreglaba un ventilador que se había dañado mientras yo lo ayudaba y mi hermano observaba. Mi padre me dijo que conectara el cable a la toma corriente y así lo hice, pero al hacerlo, el cable se incendió desde la toma corriente y me empezó a seguir, yo me encontraba encerrada entre la mesa y mi padre, pero eso no detuvo que al ver eso yo diera un salto tan alto sobre mi padre y saliera corriendo a toda velocidad a fuera, mientras mi perro Duque empezó a ladrar al verme y más atrás venía mi hermano, yo comencé a llorar al ver como el humo salía de la casa y no salían mis padres. Después de unos minutos veo a mi madre salir de la casa a nuestro encuentro, mi hermano empezó a llorar, abrazándome fuertemente y mi madre nos abrazó y cargó al mismo tiempo, mientras mi padre salía y se unía al abrazo, parecía que aún seguía en shock. Los tres solo decíamos una cosa, cada uno algo diferente

-Dios es bueno- decía mi padre una y otra vez en el mismo estado de shock

-Digan Gloria a Dios- repetía mi madre incontables veces en medio del abrazo y acariciando a cada uno de nosotros

-Mi perro- decía yo desde que salí corriendo en medio del llanto, mientras mi hermano solo lloraba sin parar

Después de eso, entramos a la casa y encontramos que la toma corrientes estaba en perfecto estado, la casa impregnada de humo y todos nosotros sanos y salvos

Cuando terminé de recordar, me senté en la misma rama en donde estaba y luego bajé, fui con mi madre y como si no hubiese pasado nada, empezamos a conversar, recordando todo lo que pasamos hasta ese momento

Mi hermano y yo ya estábamos creciendo y la tensión entre nosotros también, yo estaba cansada de que mis padres siempre le creían a él y cuando yo decía algo para defenderme o explicar lo ocurrido, terminaban por pegarme y castigarme. Aun así nos quedamos tranquilos y siempre me desahogaba con él cada vez que jugábamos a la ninja y el samurái, no sé por qué, pero en esos momentos era lo único que teníamos en común, pero siempre que jugábamos el salía llorando por haber perdido y mis padres me castigaban, aun así no dejábamos de jugarlo. Yo me preparaba para todo, incluso en las tardes me encerraba en mi cuarto y comenzaba a golpear la pared, levantaba las piernas con fuerza hasta donde me llegase, tomaba los palos de escoba que sobraban en la casa y empezaba a moverlos para todas partes como si fuera una espada, todo igual que en las películas, no volvería a dejar que mi hermano se saliera con la suya y si me castigaba o azotaban, quería que valiera la pena.

Historia de una GuerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora