Capitulo XXVIII Un Arrollado e Increíble Último Año en Secundaria

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Mi madre me veía dando un largo suspiro, con una enorme sonrisa, para luego saludarme. Más atrás entró Derwin, que al verme me dio una sonrisa de alivio y me preguntó

-¿Cómo te sientes?-

-Me siento bien, con sueño pero bien ¿qué me pasó?- respondí

De pronto llega una doctora de piel oscura y muy agradable, venía verme para saber cómo seguía y si podía irme a casa

-Niña, tu sí que nos diste un susto muy grande ¿sabes lo cerca que estuviste de morir? Te dio una hipoglicemia bastante fuerte, se te bajo la azúcar por el suelo y se te subió la tensión por los aires. Si ellos no te hubiesen traído hubieses muerto fácilmente. Aunque a la verdad no sé cómo sobreviviste, porque a como tenías la glicemia era para que hubieras muerto- me dijo ella como si hubiese tenido una gran victoria o ganado un maratón, se le notaba cansada, pero feliz.

Cuando escuché eso me sorprendí demasiado, al igual que las personas que tenía a mí alrededor. Oí la voz de mi padre en el pasillo y supe que estaba allí, cuando entró lo vi con mi hermano. La doctora me llenó de preguntas desde que comí en el desayuno hasta a que era alérgica. Yo solo le agradecí a Dios que me diera otra oportunidad de vivir. No le conté a nadie lo que vi después que todo se volvió negro, ya que no sabía si me creerían, después de un tiempo, se lo conté solo a mi madre y ella parecía sorprendida, pero me creía, me dijo que cuando nació mi hermano, tuvo una experiencia parecida

Tiempo después, en la secundaria, me aburrí de estar en el mismo equipo, así que cada vez que decían que los formáramos, yo me quedaba en mi lugar y para mi sorpresa Eder, Maikel, Javier Fonseca, José Urbina y Luis corrieron hasta donde yo estaba, ninguno de ellos eran buenos estudiantes y eso me hizo aceptarlos más rápido a todos, quería ayudarlos y que ellos trabajaran, miré a mi alrededor e invité a Derwin a mi equipo y el aceptó sin mucho entusiasmo, parecía molesto, pero no me digné a preguntarle. Todos estaban subiendo sus notas y cumplían con las responsabilidades que les colocaba. Después de un mes, yo me encontraba afuera, leyendo la biblia completamente sola, cuando dos chicas fresas se me acercaron

-¿Tu eres Maukari verdad?-

-Sí, soy yo ¿Qué desean?-

-Qué nos respondas con la verdad ¿te gusta Derwin?-

-No, él es mi amigo nada más- respondí con firmeza

-Entonces ¿te gusta José Urbina?- me preguntaron un poco más molestas

-Obvio no- respondí un poco fastidiada con sus preguntas sin importancia. Además no las conocía, solo sabía que eran de la otra sección

-Pues entonces ten mucho cuidado, porque yo soy la novia de Urbina ¿okey?- me dijo la chica de cabello largo castaño claro encrespado con un tono fresa y bastante molesta. Haciendo que me riera mentalmente, y la mirara extrañada

-"¿Qué le pasa a esa chica? ¿Se volvió loca al ver que su novio empezó a interesarse en los estudios y está subiendo las notas?"- pensé en ese momento

-Pues que bien, él es un gran chico. Te felicito por tu elección- le dije tratando de no soltar una carcajada por la situación. Ella me miró con mucha más rabia al igual que su compañera y se fueron murmurando algo que no pude entender

Al cabo de algunas semanas, José Urbina se salió de mi equipo, ya no se acercaba a mí cuando nos ordenaban a formarlos, me supuse que su novia lo convenció de salirse. Después de un tiempo el salón se dividió en dos y yo no me había dado cuanta cuando pasó. Pues las mujeres ya no conversaban con los hombres ni ellos con ellas, éramos muy pocos los que lo hacíamos. Leonel aprendió a tratarme, y me empezó hablar como una persona normal, convirtiéndose en uno de mis amigos divertidos, ya que tenía miles de ocurrencias, su equipo se unió al mío y Derwin había cambiado su carácter del chico sonriente y tranquilo a amargado. Él seguía en mi equipo, pero no sabía que le pasaba. Una de las veces que nos mandaron a formar equipos, los mismos chicos, corrieron hasta donde yo estaba y él se quedó en su asiento si buscar a nadie, mandé a que le preguntasen si iba a venir pero lo rechazó. Él día que presentaríamos aquel trabajo, me preocupé, él había dicho que lo haría solo, sin embargo no le veía ningún material hecho, él seguía molesto, hablé con profesor Renzón en su clase, él se extrañó por mi comentario, así que esperó que todos salieran, quedáramos nosotros dos y le pregunté

Historia de una GuerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora