Capítulo 32

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- Te he llamado varias veces al móvil, Dany, pero lo tenías fuera de cobertura - hizo una pausa y miró a Adriel -, al tuyo también he llamado. ¿Por qué los apagáis? - preguntó con histeria. Y no era para menos, pues aguantar a los padres de Daniella era más que un suplicio.

- En el avión no se puede tener encendido el móvil - se excusó Adriel.

- ¡Os he estado llamando todo el día, Adriel! - estaba furiosa.

- ¿Cuándo han llegado? - preguntó preocupada la joven.

- Hoy al mediodía…sobre las doce.

- ¡Joder! No me dijeron nada - se quedó un momento pensando sobre ello.

- Querían darte una sorpresa… pero se la han dado a John, y no ha sido nada grata que digamos - dejó caer en voz baja la última frase, pero Daniella se percató de lo que había dicho, no le dijo nada porque tenía razón. Sus padres eran muy difíciles de llevar.

- ¿Dónde les has dicho que estoy? – preguntó apesadumbrada.

- No te preocupes, les he dicho que estabas con Raquel fuera de Madrid, en un pueblo – Daniella suspiró aliviada.

- Será mejor que vayamos antes de que le dé un infarto a John. Bastante ha tenido el pobre… ¿Puedes acercar a Adriel antes? - Priscila asintió, era lo que pensaba hacer. En cambio, Adriel miró a Daniella extrañado.

- Puedo ir a conocer a tus padres, no me supondrá ningún problema - eso era un paso adelante en la relación, era consciente de ello, pero no le importaba conocerlos. Daniella lo escudriñó con los ojos abiertos.

- Ni hablar. No creo que sea buena idea - ¿Buena idea? No, ¡claro que no era buena idea! ¿Y que se enteraran que era un hombre divorciado?, ¡ni hablar!

Era las ocho de la tarde cuando Daniella y Priscila entraban por la puerta del apartamento. Los padres de la joven estaban sentados en el sofá, los dos estaban muy quietos y juntos viendo la televisión, mientras que John estaba desquiciado en la cocina preparando la cena. Al oír la puerta se alegró desmesuradamente de ver a las dos mujeres. El día había sido muy duro para él, pues había estado en el hospital, Nemusa ya estaba consciente, y era la primera vez que podía hablar con ella desde lo del incendio, hasta que su hermana lo llamó para decirle que los padres de Daniella estaban en el bar debajo de casa esperando. Priscila los conocía de otras veces que habían venido a ver a su hija. Siempre había sido cordial con ellos porque sabía cómo eran y los ideales que tenían. Obviamente, antes ella tenía un trabajo “respetable” a ojos de los padres, pero ahora, el negocio de John y Priscila sería algo como las puertas del infierno, si se llegaran a enterar de ello. Y si supieran que su pequeña estaba trabajando en el inframundo seguramente sería el inicio de su ascensión al cielo.   

John los recibió con los brazos abiertos y fue de lo más amable, hasta que empezaron a preguntarle por su vida personal. Tomás y Ángeles eran muy melodramáticos, tenían un esquema idealizado de la vida de las personas: crecer y tener una buena formación (además de conocer a Jesús); casarse; tener hijos; y morir. Para ellos no se podía vivir de otra manera, esa era la ideología. Si por ellos fuera, hubiesen llenado su hogar de niños, pero desgraciadamente Ángeles tuvo un problema de ovarios después de dar a luz a Daniella, y no pudieron concebir más. Ellos, como siempre, lo atribuyeron a una señal del señor. Entonces, aquel día, cuando le preguntaron a John por qué no estaba casado, la respuesta de él fue como una jarra de agua fría para los padres de Daniella. A partir de ese momento, la tensión fluía por todo el apartamento. Priscila estuvo con ellos hasta que llegó John del hospital, después se fue porque tenía asuntos pendientes que resolver, por lo que el hombre tuvo que soportar a Tomás y Ángeles lo mejor que pudo.

La tentación de VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora