Capítulo 1

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            Finalizado el verano, Daniella Cid volvió a la capital para comenzar su segundo año de criminología en la Universidad Complutense de Madrid. Daniella era una joven de veinticinco años que vino a Madrid a estudiar Derecho con la idea de especializarse en Criminología una vez acabada la carrera, pero al cambiar las tornas de educación en España y convertirse totalmente en europea, la Criminología se convirtió en un grado, por lo que Daniella, al no verse capacitada para acabar Derecho, se cambió directamente a Criminología. Su meta era convertirse en abogada penalista, algo que le estaba costando mucho esfuerzo. En cuanto cumplió dieciocho años no lo dudó más, se fue de casa de sus padres con una pequeña maleta en las manos y vino a la capital. Sus padres cedieron porque iba a estudiar, por eso aceptaron pagarle la universidad y el alquiler. Daniella dejó a sus anticuados y conservadores padres en su lugar natal, Ciudad Real, y colgó el uniforme que tantos años había llevado en el colegio Nuestra Señora del Prado. Sus padres al principio tenían miedo de dejarla sola, había sido bastante rebelde durante su adolescencia, pero lo que no sabían era que la causa de su rebeldía eran las ataduras y los ideales conservadores que le intentaban inculcar, querían crear a una santa, y lo que estaban creando era totalmente lo contrario. Pero Daniella era bastante lista, sabía cómo llevar a sus padres, por esa razón cuándo ya tenía claro lo que quería ser, decidió que lo mejor era convencer a sus padres de que era una niña buena, por eso en el último curso se portó como una santa, como lo que sus padres querían, de esa forma se fiarían de ella y la dejarían marchar.

            Ya hacía siete años que Daniella dejó Ciudad Real y vino a vivir a Madrid. Al principio le costó adaptarse, y más porque no conocía a nadie. Tenía muchas ganas de dejar todo lo que la ataba a su ciudad. Había tenido muchos problemas con sus antiguos amigos. No quería saber nada de su pasado, quería romper con todo y empezar desde cero. Y eso hizo. Se instaló en una residencia universitaria, que era lo más rentable ya que no tenía que pensar en la comida y los gastos de una casa, además le permitía aparcamiento de una forma segura. Sus padres le regalaron un coche de segunda mano en su décimo octavo cumpleaños, se había sacado el teórico de coche con diecisiete años y a los pocos meses de cumplir la mayoría de edad se examinó del práctico, estaba claro que quería largarse cuanto antes de allí. En la residencia de estudiantes se hizo amiga de varias compañeras con las que solía salir a conocer la noche madrileña. Después de un año, consiguió un amplio grupo de amigos y ya se conocía gran parte de la ciudad. Lo que estaba viviendo era superior a lo que había imaginado, tantos años bajo el mismo techo que sus padres no le provocaba nada más que agobio, por fin era independiente y podía hacer lo que quisiera.

Al año de vivir allí, se empezó a obsesionar por el físico y se apuntó a varios casting de modelos, además de estar en las listas de varias agencias de modelos y azafatas. Quería sacarse algo de dinero para sus gastos personales, pues sus padres sólo le daban dinero para la matrícula y para el alquiler, que ya era bastante. Sus padres ya tenían el piso pagado y trabajaban los dos, por lo que el único gasto adicional que tenían era su única hija. Las agencias de modelos sólo la llamaban para eventos como azafata y poco más, pero era dinero con el que podía salir o comprarse ropa. De su cuerpo no tenía ninguna pega porque siempre lo modelaba en el gimnasio, el único defecto que le veían en las agencias era su pecho, llegó a ser tal su obsesión que tuvo que pedir un crédito para operárselo. Nunca había tenido complejos, pero en todas las agencias decían que si la cogían para publicidad de ropa no la escogerían a ella porque no tenía un busto lo bastante sugerente para según qué prendas. Su ochenta y cinco no estaba tan mal para su figura, pero se vio obligada a operarse, lo cual le supuso un gran esfuerzo económico porque después de siete años aún estaba pagando ese crédito, el cual sólo accedieron a dárselo porque lo pidió en verano, justo cuando tenía un contrato a tiempo completo en una cafetería, fue un verano difícil en el que necesitaba dinero y la agencia no le daba trabajo. Después de eso, con su noventa de pecho se veía más orgullosa a la hora de pedir un pequeño trabajo en la agencia, aunque en numerables ocasiones se ponía a pensar que ese aumento no le serviría en su futuro como abogada, pero el daño ya estaba hecho y tampoco le quedaban tan mal, se veían perfectas, naturalmente sus padres no sabían nada de esto.

            Pasados tres años desde su llegada a Madrid, conoció a Priscila, una independiente y sofisticada mujer de negocios. Un día, la agencia para la que trabajaba Daniella la llamó para una feria que se organizaba en la ciudad, en ella conoció a Priscila, que era la encargada del stand donde ella tenía que estar. Durante los cuatro días que duró la feria las dos hablaron de muchas cosas, una de ellas era que Daniella quería dejar la residencia y estaba buscando un lugar donde vivir, afortunadamente Priscila quería una compañera de piso, así que se intercambiaron los números de teléfono. Quedaron para ver la casa y concretar los términos. Daniella, nada más verlo, se enamoró, era un apartamento sofisticado y con muebles de diseño, amplio y muy luminoso. El precio se lo podía permitir porque el piso era de Priscila, sólo pedía un alquiler por la habitación y la mitad de los gastos comunes de la casa. Priscila era una mujer que no podía vivir sola, necesitaba compañía, antes vivía con su hermano pero se fue al extranjero por negocios, y en cuanto pudo, Priscila buscó alguien con quien compartir piso, por eso empezó a vivir con Daniella. Después de cuatro años, aún seguían viviendo juntas, para Daniella era como su hermana mayor, una hermana que nunca había tenido y que siempre había echado en falta, por lo menos hubiese compartido la infernal convivencia con sus padres. Priscila también la consideraba su hermana pequeña, le pedía consejo en ropa y en sus líos amorosos, que eran para escribir una saga completa de la larga y complicada lista de amores que tenía. 

La tentación de VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora