Capítulo 30

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Sacó de la caja un elegante vestido largo de color azul con una franja decorativa justo debajo del pecho. ¡No me lo puedo creer!, se dijo a sí misma. Lo sujetó por la parte superior y se lo ajustó al cuerpo, lo miraba desde arriba y la caída que tenía, era realmente increíble. Volvió a leer la nota aún con el vestido pegado al cuerpo sujetándolo con una mano, no hacía falta ser un adivino para saber de quién era el mensaje. El vestido era el mismo que le había gustado en el desfile del club, y el único que lo sabía era Robert Jackson. Pensó que a Adriel no le haría mucha gracia. Era un vestido muy bonito, pero no podía aceptarlo. No, porque eso conllevaría aceptar la cita a la gala del viernes, y eso sería un error. Tenía que marcar unos límites, por lo que pudiera pasar. Guardó el vestido en la caja junto con la nota, lo llevó al cuarto y lo posó sobre el escritorio. El regalo la había despertado por completo, así que decidió hacer la cama y ducharse.

Cuando salió de la ducha era las doce de la mañana, todavía le dolía la cabeza por el alcohol consumido la noche anterior, de modo que se tomó un ibuprofeno para ver si se le pasaba la cefalea. Miró su móvil, que no había parado de sonar por los whatsapps de sus amigos felicitándola. Tenía varias llamadas de familiares a los que no les había cogido el teléfono, no se había enterado al estar en la ducha, pero en realidad tampoco tenía ganas de hablar con nadie. Con la toalla cubriendo su cuerpo todavía húmedo, empezó a desenredarse y secarse el pelo, en ese momento Priscila entró por la puerta del apartamento.

- ¿Dany? - la llamó al entrar, pero ella no se enteró de los gritos debido a que el ruido del secador no la dejaba. Priscila fue directa al baño tras oír el sonido del aire que producía el aparato para llegar hasta la joven -. ¿Te falta mucho, Dany? - agachó su cabeza para mirar a Daniella, que estaba con la cabeza boca abajo para poder secar la parte de la nuca, no se había dado cuenta de la presencia de Priscila, de modo que se asustó al notar una presencia a su lado.

- ¡Joder, qué susto me has dado! - dijo, después de haberse sobresaltado y de tirar el secador al suelo, lo cual provocó la risa de Priscila.

- ¿Tan fea soy?

- No sabía que estabas en casa.

- Acabo de llegar. ¡Felicidades! – sonrió, y le dio un beso en la mejilla.

- ¡Gracias!

- Venga, ¡date prisa y vístete que tenemos que irnos! - le informó dando un par de palmaditas para que cogiera el concepto.

- ¡Ey! ¿Por qué tanta prisa? ¿Dónde tenemos que ir tan pronto?

- Es una sorpresa. Sécate el pelo que yo me encargo de la ropa y de lo demás

- ¿De lo demás?

- ¡Venga! - eludió su pregunta y se marchó al cuarto de Daniella.

Cuando Daniella salió del baño con el pelo ya seco, se sorprendió al ver encima de la cama su pequeña maleta rosa preparada por Priscila.

- ¿Y la maleta?

- Es una sorpresa, Dany. No preguntes ni mires dentro. Ponte esto, que nos vamos - le dio un vestido blanco de tirantes con estampados florales muy cómodo y fresco para esos días de calor –. Por cierto, ¿y ese vestido? ¿Quién te lo ha regalado? - señaló la caja que había encima del escritorio.

- No preguntes - hizo una mueca de asco.

Daniella se vistió con lo que había seleccionado Priscila. Una vez pintada y terminada de arreglar, las dos mujeres se marcharon de casa con la maleta en la mano. Subieron al coche de Priscila que emprendió el viaje cruzando casi todo Madrid hasta llegar al aeropuerto.

- ¿Se puede saber dónde me llevas?

- Es una sorpresa.

Cuando bajaron del coche se dirigieron a una pista privada en la que había un pequeño jet y un piloto que estaba esperándolas. Las dos chicas llegaron hasta él.

La tentación de VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora