Capítulo 37

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Robert Jackson se marchó del país toda la semana. Después de la gala del viernes, hizo las maletas y cogió su avión privado. Ese lunes estaba tumbado en una cómoda hamaca a orillas de una privada playa caribeña ideando un plan que haría replantearse la imagen que tenía Daniella de su novio. Tenía pensado mostrarle al verdadero monstruo, y para ello necesitaba la ayuda de Carol. La conocía muy bien, y no habría ningún problema en explicarle detalles del divorcio que demostraran la verdadera cara de Adriel. Iba a por él porque nadie lo plantaba en una gala, por su culpa Daniella no lo acompañó y tuvo que presentarse solo. Una humillación que debía pagar alguien.

Después de haber parado, Daniella ya no durmió en lo que restaba de trayecto. Miraba todos los carteles para saber a dónde se dirigían. Cuando ya quedaba poco para llegar a su destino, entraron en Murcia y siguieron por la carretera nacional. Llegaron a un pueblecito, que no era muy grande, las calles eran antiguas, al igual que la población. Daniella dudó dónde estaba, creía que la iba a sorprender con un viaje como el de París, pero cuando vio que estaban cerca de Murcia recordó que la madre de Adriel vivía ahí. Aparcaron y fueron directamente a una casa antigua hecha de piedra con una puerta totalmente moderna y de muy buena calidad. No tenía nada que ver con las casas adosadas a ella. Adriel salió del coche y se acercó corriendo hacía su chica, que ya estaba sacando las cosas del maletero, y la cogió de las manos.

- Deja las maletas, las cogeré luego - estaba serio y muy nervioso -. Esto es muy importante para mí, Dany. Hoy vas a conocer a la persona más importante para mí, mi madre. Se llama Caterina, como ya sabes tiene artrosis y puede moverse lo justo. Vamos a estar toda la semana con ella. Siempre vengo en vacaciones y la cuido.

Daniella se enamoró todavía más de él después de decirle eso. Veía en sus ojos cariño y respeto. Le estaba demostrando que cuando Adriel amaba lo hacía con toda la ternura del mundo. Eso lo vería con más detalle durante toda la semana. Se moría de ganas por conocerla. Tras oírle decir eso, asintió y le acarició la cara para darle un beso, casto, pero tierno. Seguidamente entraron por la puerta sin llamar, Adriel abrió sin tener que usar la cerradura.

- ¿No se cierra con llave? - dijo sorprendida.

- No, aquí todos se conocen. Es una población pequeña y todos son mayores de sesenta años. Las cuidadoras entran sin llamar a la puerta para que ella no tenga que hacer esfuerzos - ella se quedó conforme con su explicación -. ¡Mamá! ¡Hemos llegado!

- ¿Sabe que vienes conmigo? ¿Le has hablado de mí?

- Sí, claro que lo sabe. Le he dicho que eres una niña muy pesada y que insistías en conocerla… - bromeó.

- ¿Pesada? - le dio un golpe en el brazo.

- También le he dicho que eres muy pegona… - carcajeó con ganas.

- ¿Cariño? ¿Eres tú? - dijo una voz que salía de la cocina.

- ¡Mamá! Sí, somos nosotros.

- ¡Qué bien! ¿Daniella también está aquí?

La joven se ruborizó y sonrió al oír su nombre de la boca de Catalina. Saber que Adriel había hablado de ella, la hacía sacar una sonrisa eterna. Algo muy malo tendría que pasarle para que dejara de sonreír.

La tentación de VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora