Capítulo 7

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            A las ocho de la tarde entraron por la discreta puerta de La tentación de Venus, después de haber pasado toda la tarde en varias tiendas exclusivas y destacados sex-shops para los vestidos y disfraces que ella usaría en el trabajo. El club era un edificio enorme de cuatro plantas pegado a un hotel de cinco estrellas llamado Venecia, en el que muchos de los clientes de John se alojaban. Los invitados tenían unos interesantes descuentos, algo que beneficiaba a los swingers que venían de fuera de Madrid o que no querían coger el coche porque habían bebido y preferían dejarlo en el parking privado del club.

Desde fuera no parecía ningún tipo de establecimiento, podría pasar por una propiedad privada, una casa particular o un bufete de abogados. La puerta era de madera de roble macizo de color blanco con acabados y pomo en dorado. El nombre del local estaba grabado en una pequeña placa (también en dorado) al lado derecho de la entrada junto con la frase “Swinger Club privado”. Debajo de la placa estaba el timbre. John abrió la puerta con su llave y entraron. Habían llegado una hora antes de la apertura de puertas para enseñarle el local a Daniella y para que le diera tiempo a vestirse. Esa noche había un espectáculo en vivo de ménage à trois, expertos deleitarían y pondrían a tono a los clientes de La tentación de Venus.

Nada más abrir la puerta, se entraba por un corto y estrecho pasillo con una alfombra roja que tapaba el suelo. En la pared del final del pasillo había un colorido cuadro de arte moderno pintado en el que se representaba la iconografía de la diosa Venus (Afrodita en la mitología griega) sobre una concha como la que originalmente pintó Botticelli en El nacimiento de Venus. La diosa se encontraba junto a un árbol de suculentas manzanas rojas, una de ellas la llevaba en la mano (la cual superaba en tamaño a las del manzano), que simbolizaba la tentación que la diosa tenía ante sus manos (un guiño de Eva en el Paraíso). La mujer estaba semidesnuda y la cara cubierta por una máscara blanca. Su pelo era rojo como el fuego y como las manzanas que posaban sobre la concha y el árbol. El cuadro estaba pintado con llamativos tonos en rojo, azul, morado y verde. La pintura era la imagen del local, que mostraba de una forma simbólica lo que se podía encontrar al cruzar el pasillo. Se trataba de una decisión que el cliente debía tomar: continuar hacia la tentación y el desenfreno;  o por el contrario dar marcha atrás. Ese era el punto en el que el cliente debía tomar su decisión. El pasillo blanco y estrecho continuaba un metro más hacia la derecha hasta parar a una amplia habitación cuadrada: la recepción del club. John encendió las luces y cerró la puerta de la entrada, mientras que Daniella contemplaba la estancia con verdadera intriga. Los muebles eran sofisticados y modernos. La habitación tenía a la derecha dos sofás de cuero blanco de aspecto cómodo y una pequeña mesa moderna de cristal con una vela apagada y un par de bols con frutos secos y caramelos, por si la espera del cliente se hiciera larga. Enfrente de los sofás había un enorme mostrador curvo con tres expositores iluminados en la parte baja, cada uno de ellos tenía una figura de porcelana blanca de una mujer y un hombre con diferentes posturas sexuales. Detrás del mostrador estaba el telefonillo con videocámara donde los porteros podían ver quién llamaba a la puerta. Una vez el cliente llamaba al timbre, uno de los dos porteros salía a recibirlo abriéndole la puerta e invitándolo a entrar. En el recibidor se le tomaba nota si hacía falta o se miraba la lista de clientes en el Apple morado que había encima del mostrador.

- Ésta es la recepción, aquí solemos estar Priscila y yo recibiendo a los invitados cuando no estamos…reunidos – Daniella entendió perfectamente a lo que se refería -. Aquí estarán los porteros vigilando la entrada y controlando a los clientes que pueden pasar dentro.

- ¡Es increíble, John! La reforma os ha tenido que costar una pasta. ¡El suelo es una pasada! - el suelo era de cristal, debajo parecía que había agua, como si estuvieran andando sobre un lago.

La tentación de VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora