Capítulo 39

3.7K 187 9
                                    

- En una hora vuelvo a recogerte - avisó con un tono muy serio desde el asiento del conductor.

- Sí, papá… - rio Daniella dándole un casto beso en los labios.

El conductor del brillante bólido miró cómo se metía en el portal, después arrancó con furia desesperado por dejar a su chica en manos de un lobo hambriento. Se fue a su casa para ducharse y deshacer las maletas. Toda la ropa estaba lavada y totalmente seca, pues en casa de su madre había lavado la ropa diariamente, además de utilizar la secadora para que todo estuviera seco y suave. Decidió sacar la ropa de Daniella y dejarla en una parte de su vestidor. Mientras lo hacía discutía consigo mismo lo que estaba haciendo, dejar las prendas de Daniella en su guardarropa era subir a otro nivel. No era lo que solía hacer con las mujeres. ¿Qué me está pasando?, pensó. Se dijo así mismo que sólo era cortesía: recogía la ropa de la maleta rosa de su chica para que no se le arrugara, pues llevaba más de una semana metida dentro.

Raquel abrió la puerta de la casa de Jota con una amplia sonrisa. Cuando vio salir a su amiga del ascensor salió a abrazarla. A Daniella la extrañó ese gesto, ¿era arrepentimiento o disculpa? Aceptó el abrazo, pero inmediatamente dio un paso atrás para mirarla de arriba abajo. Su impecable cabello había formado una maraña de pelo rubio y mechas chocolate. Vestía sólo una camiseta muy ancha de color gris, la típica que usaba Jota para estar por casa, y en los pies llevaba unas sandalias planas. La escudriñó esperando que le dijera lo que estaba pensando, o más bien, que le afirmara lo que estaba pensando.

- Dany…yo… - retorcía nerviosa su pie derecho dejando la sandalia abandonada en el suelo, a la vez que sus ojos permanecían fijos en la baldosa del rellano.

- ¿Tienes algo que contarme? - sonrió, sabía que sus sospechas eran ciertas. Podría estar cabreada porque siempre habían tenido una regla: respetarse los ligues. Pero en ese caso estaba ilusionada, ¡eran sus dos mejores amigos! No podía enfadarse con ellos. Más que nada porque ella ya tenía a alguien especial y no necesitaba pensar en nadie más, ni siquiera en Jota.

- ¿Lo sabes? - la miró con precaución y algo de vergüenza.

- ¿Cómo ha pasado?

- ¿Te lo ha contado él? - dijo extrañada. No hacía ni un día que se habían liado por primera vez.

- No hace falta que me lo cuente nadie. ¡Mírate! Tu pelo, la camiseta de Jota… la forma en la que hablabais el uno del otro por teléfono… - su amiga miró al suelo de nuevo con una sonrisa, tenía razón en todo.

- Lo siento, Dany. Esto me superó…

-¡Eh! No lo sientas, mi niña - la agarró de las manos y la abrazó. En sandalias estaba en su altura natural, su cabeza quedaba en el pecho de Daniella, se posó sobre él y se echó a llorar -. ¡Shhh! No llores, por favor.

- Me duele por ti. No quería que te enfadaras conmigo. Pero… llevaba mucho tiempo deseando que pasara esto.

- ¿Qué? - la apartó para mirarla a los ojos. Estaba perpleja, y Raquel estaba ruborizada -. Nunca me lo has dicho, de haberlo sabido no habría… - se cayó un segundo, para continuar susurrando con pesar - jugado tanto con Jota.

La tentación de VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora