Capítulo 30."Por favor, ven".

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La castaña esperó largos minutos a que él se fuera o decidiera no hacer ese dichoso trato, pero su espera fue en vano. Él se sentó frente a ella con una cerveza en la mano, mirándola con total odio.

—¿Qué hacías ahí? ¿Y cómo sabías que la lápida estaba allí? —preguntó él, aún fulminándola con la mirada.

—La encontré —dijo Tini, despreocupada.

—¡¿Como sabías?! —gritó él poniéndose de pie—. Responde.

—Solo lo supe —dijo Tini sin intimidarse, pero su corazón latía a mil por segundo.

Él se acercó mirándola con demasiado odio, pero se abstuvo de golpearla. Se río de ella, y derramó la cerveza sobre ella. Luego una bofetada se aproximo a ella, la tomo por el cuello casi dejándola sin respiración.

—¿Crees que no puedo hacerte daño? ¿Crees que por querer mostrarte a ese imbécil no puedo golpearte? Te equivocas, Martina —su voz era tan fría—. Lastimosamente no puedo romperte algo, pero si golpearte.

La castaña estaba llena a olor a cerveza y con un dolor ardiente en la mejilla, no quería elevar la mirada. Podía soportarle los golpes menores, pero ella sabía que él era capaz de romperle un brazo. Ya lo había hecho una vez.

—Ya llegaron y estás hecha un asco —gruñó él separándose de ella.

La castaña levantó la vista y lo vio dirigirse hacía la puerta con una sonrisa satisfecha, pero la borró al instante. Habían tres hombres en la puerta y ninguno tenía algún parecido sobre ser un mafioso o un ladrón, peor algo había aprendido la castaña, las apariencias engañan.

—¿Dónde está ella? —dijo uno de ellos, yendo al grano.

—Está por allí —señaló donde me encontraba.

Él hombre del centro de aquellos gigantones sonrío, mostrando un diente de oro. La castaña se tenso cuando él la observó con fascinación, se sintió asqueada. Desvío su mirada tratando de fingir que ellos no estaban, pero no podía obviar la realidad.

—Es muy hermosa —susurró aquél hombre—. Y muy joven.

—Si, justo lo que buscabas —respondió Jhon.

—Ofrezco cincuenta mil —dijo aquél hombre, acercando su mano para acariciarla.

—Tendrás que disculparme, Jeff —dijo Jhon revelando el nombre de aquel hombre—. Pero han ofrecido más.

La castaña estaba estupefacta, no podía creer que Jhon ha estado vendiéndola y ella no había estado enterada. Nunca creyó que llegaría a tal extremo, pero podía esperarse todo de él. Le daba náuseas.

—¿Cuánto hasta ahora? —preguntó Jeff, inclinándose a olerla— Hueles a cerveza —le susurró él.

La castaña estaba apunto de vomitar de no haber sido por Jhon que la protegió con el cuerpo, pero no porque él quisiera protegerla, sino porque quería que Jeff ofreciera más.

—Han propuesto noventa mil —dijo Jhon, cruzando sus brazos.

—¿Noventa? —Jeff lució sorprendido—. Dame unas semanas más y conseguirá cien mil.

—Eso dependerá de quién toque la puerta ofreciendo más —fue lo último que dijo Jhon.

[…]

Se abrazó así misma, evitando llorar. Esperó a que Jhon saliera de casa y ella pudiera darse un baño, pero pasaron horas antes de que la puerta sonará.

Se dio un rápido baño y caminó hacía su cama, estaba totalmente desesperada. Quería que pasaran las semanas y sus planes se llevarán a cabo, hasta ahora contaba los minutos. Realmente quería irse y no volver, quería empezar algo nuevo. Ser una nueva persona.

Ni siquiera se preocupó sobre que ponerse, seguramente se vería como una vagabunda pero no le importaba. Las horas pasaron y sus ojos estaban apuntó de cerrarse, pero algo se quebró en el primer piso. El sueño se escapo de su cuerpo, así que se puso de pie y tomó la mochila del instituto.

Salió por la ventana, no sin antes tomar aquel teléfono viejo. Corrió fuera de su casa y logró escuchar como él gritaba su nombre con furia. Corrió y comenzó a teclear el número de la persona quién pensó no le fallaría nunca.

Sonaron los tres pitidos y no respondió, sin embargo no se detuvo. Necesitaba a alguien, sus lágrimas comenzaron a salir por desesperación. Era la cuarta vez marcando y por fin respondió.

—¿Quién es? —preguntó, su voz tranquilizando su preocupación por un momento y no duró mucho tiempo.

—¿Jorge? ¿Podríamos vernos? —preguntó la castaña mirando hacía atrás.

—¿Quién es? —rió—. No estoy disponible, estoy apunto de tomar otra botella.

—¿Qué? —dijo Tini, desconcertada—. Por favor, podrías venir.

—¡Beth! ¿Qué haces aquí? Ven, cariño —su voz se escuchó al fondo—. Lo siento, no te conozco. Y no puedo perder el tiempo.

—Jorge... —susurró ella, las lágrimas seguían deslizándose por sus mejillas—… por favor, ven.

Pero de todas maneras él colgó.

My Hope | JORTINI |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora