Capítulo 33. "Recuerdos"

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Tini lloró ese día tanto que pensó que se secaría, sabía que Jhon la odiaba demasiado. Nunca se imaginó que él la vendería, sabía que su vida empeoraría. Ahora no tenía a alguien que la consolará, había alejado a las personas que le importaban. Y en ese momento sus recuerdos llegaron.




»Todo estaba oscuro a excepción de la linterna que ella sostenía, estaba escondida en el armario. Escuchando los pasos fuertes de él, cerró sus ojos y abrazó fuertemente a Lizzy.

—¡Martina! —escuchó como gritó con demasiada ira.

La pequeña lloró y tomo su cuaderno y comenzó a escribirle una carta a su madre, las letras no se entendían además de que sus lágrimas mojaban la hoja del cuaderno. Dibujó cosas sin sentido tratando de olvidar que alguien la buscaba para hacerle daño, pero su escondite no duró.

—¡Aquí estás!«




Miró el techó y recordó que Mariana le mostró su pequeño escondite el cual era el armario, probablemente para que no le molestará mientras estaba con Jhon. Se limpió las lágrimas y se dijo a sí misma que Jhon no le destruiría la vida.

Salió por la ventana con la mochila del instituto y su teléfono que probablemente eso necesitaría. Se alejó de su casa—si es que así se le podía llamar—, sin ningún arrepentimiento. Corrió lejos, dispuesta a escaparse y no volver.

[...]

—Haría eso y más por ti —dijo Dan.

—Es arriesgado, lo sé. Prometo no volver a molestarte —dijo la castaña, en broma con una pequeña sonrisa.

—¿Hablaremos sobre lo qué sucedió entre nosotros? —preguntó Dan, desesperado.

—¿En serio quieres que hablemos sobre eso? Porque no creo que sea necesario —dice la castaña, suspirando.

—Sabes lo que siento por ti —dijo él, acercándose—. Hablemos…

La castaña le permitió acercarse lo suficiente.

[...]

Jorge se propuso ir a casa de la castaña y darle unas disculpas, por su comportamiento. Pues, se dio cuenta que su actitud despreocupada lo estaba llevando por un lugar que no debía. Esa misma mañana llamó a Beth diciéndole que no quería hacerle daño y por esa razón debían alejarse. Para su sorpresa Beth lo había tomado bien, y fue una “ruptura” tranquila.

Habían todavía cosas por resolver, por ejemplo, sus amigos. Pero aún no se sentía listo para decirles que debían dejarlo pasar, sin embargo extrañaba a sus amigos. Se dijo a sí mismo que trataría de arreglar todo, algunas cosas debían volver.

Ese viernes por la tarde fue en busca de la castaña, pero su sorpresa fue verla correr lejos de su casa. Se debatió sobre si seguirla y hablarle o dejarlo pasar y no volver a molestarle. Tomó su primera opción, la siguió y ella nunca se giró, parecía que quería llegar cuanto antes a su destino. Él se detuvo cuando ella entró a un cementerio, su piel estaba de gallina. Nunca había entrado a un cementerio.

Entró minutos después apesar de su miedo al entrar en el cementerio, no tardó en encontrar a la castaña. Iba a acercarse, pero se escondió al verla con alguien más, había un chico. Parecían estar planeando algo por sus gestos podia decir que estaban hablando formalmente, pero dejó de pensar eso cuando ella… sonrió. En ese momento, Jorge tomo un aire posesivo.

Él había intentado hacerle sonreír, pero nunca lo logró. Observó su hermosa sonrisa que iluminaba su rostro, estaba claro que pocas personas obtenían esa sonrisa. A pesar de que fue tan breve, pero dejaba el hermoso recuerdo. Él quería que ella sonriera para él y que ella riera con él, sabía que él no se merecía algo tan hermoso de parte de ella, pero aún así quería una sonrisa de ella para él.

Jorge los observó unos segundos más hasta que observó al chico acercarse y diciéndole algo y ella sólo lo miró y le murmuró algo con un suspiro. Él chico la besó.

Alguien más se apoderó del cuerpo de Jorge, porque de un momento a otro estaba junto a ellos y había empujado al chico lanzándolo al suelo. La ira en Jorge era visible. Estaba a punto de patearle la cara, pero se abstuvo de hacerlo. El chico se puso de pie dispuesto a compartir un par de golpes con Jorge, pero el cuerpo de la castaña se lo impidió.

—No, Dan —dijo la castaña, con voz suave.

—¿Dan? —Jorge se río ironico— ¿Desde cuando eres tan amable?

—Cállate —responde la castaña, con ferocidad— ¿Puedes dejarnos solos, Dan?

Él asintió y se alejó.

Y solo quedaron ellos dos.

My Hope | JORTINI |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora