07 | Actividad sospechosa.

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Los días siguientes a ese encuentro con ese sujeto, fueron algo extraños. 

Dos distintos tipos estuvieron en la cafetería, actuando anómalo. Mirándome al igual que el desconocido casado y haciendo gestos de deseo con sus bocazas sucias y sus ojos pervertidos. No sólo de forma casual, de forma preparada.

No tomé sus órdenes, pero ellos no quitaban sus ojos de mí. Como si supieran quién era yo. Y tal vez así era, tal vez ellos tenían algo que ver con el mensaje de texto y con el "sorpresa" oído en la línea de llamada a mi madre. Entonces aquí era donde yo preguntaba ¿Dónde. Estaba. Rafael?

Por otro lado, Viviana no había querido soltarme o dejarme descansar durante las primeras dos semanas de diciembre. Había ido a comer a su casa como tres veces, habíamos ido a cine unas dos veces y ella ahora me recogía casi de forma permanente y me llevaba a casa también.

Lo único que podía hacer en agradecimiento era darle para la gasolina, pero ese viernes estaba invitada al apartamento a comer pizza y ver televisión. Comenzaba a acostumbrare a la inusual amistad que Viviana parecía querer entablar conmigo.

Faltaban unos diez minutos para salir y las mesas estaban vacías en su totalidad. Además estaba brisando fuerte según se podía ver a través de la ventana como se batían de fuerte las ramas de los árboles. Me quité el delantal y arrojé el esfero al tarro en la esquina de la barra.

Katerine salió y comenzó a quitar los manteles de las mesas. Yo ayudé encaramando las sillas sobre las mesas. Viviana salió con un traje igual pero de azul con blanco.

—Miren, este es el que usaremos las próximas dos semanas ¿No es hermoso?

—No. —Expusimos Katerine y yo al mismo tiempo. Al parecer no era la única que abominaba con todas sus fuerzas esos trajes.

—Hasta el lunes, chicas. —Dijo Santiago abriendo la puerta y saliendo.

—Adiós. —Respondimos las tres al unísono.

Viviana se entró trotando y minutos después salió cambiada. Yo me había cambiado media hora antes. Nos despedimos de las chicas que quedaban y salimos. Hacía más frío afuera que adentro. Y sí, brisaba bastante fuerte y el suelo estaba oscuro y se iluminaba de cuando en cuando por relámpagos. Esperé afuera del estacionamiento a la morena y su mini cooper. Vi hacia los lados de la calle y divisé un hombre en la oscuridad que, en tanto se percató de mi presencia se ocultó tras un callejón.

Me puse inquieta automáticamente. Me pegué a la malla que encerraba el parqueadero y respiré profundo. Repetí en mi mente varias veces: "Estás exagerando", para intentar convencer a mi mente extremista de que todo lo malo estaba en mi cabeza. Nada podía salir mal. No a una chica tan común.

El motor del Mini cooper me hizo salir de mis pensamientos. Viviana aguardó delante de mí y yo subí al vehículo que se puso en marcha segundos después.

Al llegar al apartamento gruesas gotas ya caían sobre el toldo del auto. Como no había parqueadero cerca o un garaje ella dejó el auto en el patio trasero frente al patio de ropa, entrando por un costado de la casa. Nos alcanzamos a empapar en lo que bajamos y corrimos adentro, por la puerta trasera. La casa estaba tan silenciosa que daba miedo, ajena a la tormenta torrencial que azotaba su tejado. Le di a Viviana una toalla para que se secara mientras yo me bañaba, cuando salí ella ya estaba seca y acostada sobre mi cama, con el control de la televisión en la mano.

Después de cambiarme, bajé para llevar algo de comida al cuarto y no tener que bajar sino hasta más tarde, con nuestros estómagos llenos. Al encender la luz de la cocina una sombra en movimiento se proyectó sobre la encimera, justo en el momento en el que me giré, pude ver por la ventana sólo las enormes gotas de lluvia y la luz de las lámparas de la calle.

SANGRE Y PÓLVORA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora