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Luego de un rato, decidimos que ya era hora de irnos a casa. Yo había comido hasta saciarme y había bebido dos tragos de cerveza, así que estaba en mis cinco sentidos. Rafael, estaba en el baño y César se frotaba el rostro con las manos.
Las mesas comenzaban a vaciarse una por una a medida que se hacía más tarde de la noche. Los murmullos que se escuchaban normalmente en los restaurantes e incluso en los bares, allí no existía. Volví mi mano y detallé la hora, impaciente comencé a mover las manos sobre la mesa, haciendo un ruido desesperante.
- ¡Silencio!-Pidió el hombre a mi lado y yo blanqueé los ojos y me dejé caer en el asiento. Ya quería estar en mi apartamento para no verle la cara a todos esos sujetos, pero Rafael al parecer se había caído por el acueducto. Un grito masculino sacudió el polvo del lugar y el barman se metió en un cuarto, apagando las luces.
Temí de inmediato.
César se puso de pie y tiró de mi mano, pegándome a su cuerpo mientras avanzamos a través a través de las sillas y mesas que golpeaban mis piernas. Él llevaba el arma en la mano, casi como lo que llevara fuera un teléfono o una linterna. Contuve mis ganas de sacar la mía, porque no quería que se convirtiera en una costumbre.
Por la puerta de atrás salimos y un olor putrefacto nos recibió. Allí estaban los contenedores de basura del lugar, pero lucía como si no los hubieran recogido en muchos meses. Rafael estaba de pie junto a un tipo que estaba siendo sujetado de ambas manos por los hermanos Andrés y Pablo. El susodicho forcejeaba, tratando de llegar a soltarse como si no supiera que de todas formas no tenía mucha salvación.
César dejó salir una risa cuando vio el rosto del apresado y meneó la cabeza, sentándose en los restos de una silla de madera que estaba cerca a uno de los contenedores.
-Víctor, qué alegría volver a verte-Una sonrisa legitima estiró sus mejillas mientras hablaba. Víctor permaneció en silencio- ¿Cuánto ha pasado? ¿Cuatro, cinco años?
Una sirena de ambulancia se perdió en la estridente ciudad, mientras que César se metía un cigarrillo en la boca y le daba una calada. Nadie respondió, por lo que asumí que era una pregunta retórica.
-Mira tu trabajo. -Volvió a decir y me jaló, haciendo que yo entrara en el campo de visión del hombre-Ha crecido mucho ¿No te parece?
Con ese comentario otra duda se disipó en mi congestionada mente. César me conocía desde que yo era una niña. No tenía ni siquiera una sospecha de cuánto tiempo él llevaba trabajando para Jorge.
-No vine a matar a nadie, sólo estaba comiendo. -Por fin habló el sometido y Pablo apretó su agarre.
- ¿Comiendo?-Cuestionó César -Supe que Turco se le salió de las manos a Alcapone-Como de vuelta no pasó nada, César sólo cargó el arma y le apuntó al hombre.
- ¡No!-Exclamé, haciéndome en medio de ellos-Ha dicho que no quería matarme, sólo estaba comiendo. César, por favor, déjalo en paz.
Rafael enarcó una ceja, observando todo con atención. Miré a los hermanos Rivera.
-Suéltenlo.-Ordené, aferrándome a las esperanzas que daban.
César les dio la misma orden y negó con la cabeza. Ellos lo soltaron y él se echó a correr por el callejón oscuro, pero a mitad de carrera él le disparó y Víctor cayó boca abajo. Me escabullí de ellos para correr y arrodillarme frente al hombre que gimoteaba en el suelo.
- ¿Estás bien?-Pregunté aterrada y con el corazón encogido.
Víctor me observó unos instantes mientras miraba de soslayo a alguien que se acercaba a nosotros. El hombre apretó los dientes y le quitó el seguro a su arma de alguna forma desde la posición en la que se encontraba y vi el cañón apuntarme. Tragué saliva y me quedé como una estatua.
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SANGRE Y PÓLVORA │COMPLETA
AcţiuneElla está en peligro. Quieren asesinarla y no sabe el por qué. Tiene ocho meses para huir de la muerte, mientras descubre la identidad de sus enemigos y el motivo por el que quieren matarla. Sin embargo, hay algo que debe saber: Todos le mienten. ...