Estiré los pies para ver mis baletas con algunas chispas de barro y también en mis tobillos desnudos. Había llevado un vestido que ya estaba completamente empapado porque había comenzado a caer un diluvio cuando salimos del túnel. Mario se estaba duchando en ese instante y luego yo iba a desnudarme y vestirme con algo de su ropa para poder llevar la ropa mojada a la tintorería más cercana que era como a doce cuadras.
El apartamento de Mario era angosto y algo desordenado, había pares de zapatos por allí y por allá y una que otra prenda de vestir sobre los sillones, por lo menos en donde yo estaba sentada había un buso y la cazadora negra y tuve que aguantar la tentación de tomar la chaqueta y olisquearla como una acosadora.
No había cuadros de ningún tipo, ni fotos de nadie ni de nada. Las paredes estaban limpias en su totalidad. Había un pequeño reloj digital detenido en las doce y quince minutos, sobre una mesita de madera pintada de negro. Él me había dado una toalla limpia y con eso me había estado cobijando. Me distraje viendo un dibujo a lápiz de varios edificios, con medidas perfectas sin errores visibles de un metro y medio de alto y dos metros de ancho pegado en una pared que no había pillado. Me puse de pie y me acerqué al dibujo. Las sombras que los edificios proyectaban parecían reales y los detalles milimétricos de los mismos eran increíblemente exactos.
—Vanesa...
— ¡Oh mi Dios!—Agregué cuando lo vi sin camisa, secándose el cabello con una toalla. Él alzó una ceja ante mi exclamación. — Bueno, es que yo estaba aquí mirando este dibujo a lápiz y pues me pareció muy...
—¿"Muy" qué?—Inquirió y dejó de secarse el cabello para poder ver lo que yo estaba viendo.
—Bonito e interesante—Terminé, obligando a mis ojos a no atascarse en su abdomen desnudo. Casi me podía ver desde su punto de vista, empapada como un pollito huérfano, sólo que forzando a los ojos a mantener un punto de vista fijo, fuera de su cuerpo.
—Bonito e interesante—Repitió mirando hacia la nada, sopesando mis palabras. Yo aproveché para ver su cuerpo que por cierto tenía una que otra cicatriz. Pero a un costado de su abdomen, cerca al pulmón tenía La cicatriz—Yo lo hice. Estudié tres semestres de arquitectura, luego me enamoré del Motocross y dejé el estudio.
Respiré hondo y me paré a cincuenta centímetros de él para poder analizar mejor la cicatriz.
— ¿Qué te pasó ahí?—Pregunté y él clavó sus ojos en la cicatriz. Negó con la cabeza.
—Un accidente en la moto.
—Parece... una puñalada—Comenté y estiré el brazo, él se quedó muy quieto. Alcé la mirada y él me estaba viendo sin pestañear. Toqué la montura de la cicatriz con la yema de dos de mis dedos y él dio un respingo—Lo siento.
Él no sonrió, tampoco ablandó su gesto, más bien lo endureció y quitó sus ojos de mí.
—Ya puedes pasarte a bañar.
Me escabullí de su presencia y corrí a su cuarto. Su cuarto era otra historia. Tenía dos pósters del escudo del Nacional y muchos pósters de motos. Había varias motos de diferentes modelos en miniatura sobre su buró y la fotografía de un niño de aproximados siete años alzando en el aire una orejona de plástico y una niña unos tres años menor estaba a su lado, tenía ella un rostro vagamente conocido, pero no pude dar con quién era. Era obvio que el niño era Mario.
Había un calendario de bolsillo del año anterior que tenía marcadas nueve fechas, por el otro lado estaba el calendario del año presente que tenía marcado el primero de enero. El corazón comenzó a palpitarme con una fuerza casi descomunal ¿Acaso él había marcado el día de inicio de nuestra relación? Moría por saber que la respuesta a esa pregunta era sí.
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SANGRE Y PÓLVORA │COMPLETA
AçãoElla está en peligro. Quieren asesinarla y no sabe el por qué. Tiene ocho meses para huir de la muerte, mientras descubre la identidad de sus enemigos y el motivo por el que quieren matarla. Sin embargo, hay algo que debe saber: Todos le mienten. ...